Doña Paloma Castro ( PSOE ) El vuelo rasante del intelecto

Paloma Castro
España ya no necesita comedias de enredo: algunos políticos de la izquierda especialmente ofrecen funciones diarias. La última, protagonizada por Doña Paloma Castro, diputada socialista en la Cámara autonómica gallega , que ha decidido estrenar una nueva modalidad de vuelo político: el rasante.
A falta de argumentos, arrojó al aire una gracieta sobre el senador Alejo Miranda de Larra y su “nivel intelectual” tras haber padecido la COVID diciendo burlarse del senador Alejo Miranda de Larra diciendo que esa enfermedad le ha mermado el nivel intelectual. Sí, señores: el virus no solo ataca los pulmones, también —según la diputada— el cerebro, pero no el propio, sino el ajeno.
Y cayó en picado, como los pájaros que confunden la ventana con el cielo.
Conviene recordar —ya que algunos parecen olvidarlo— que Alejo Miranda de Larra fue uno de los responsables del equipo que impulsó la construcción del Hospital Isabel Zendal en plena emergencia sanitaria.
Estuvo al pie del cañón mientras media España se confinaba, y lo pagó caro: contrajo el virus y su vida estuvo en peligro. Lo suyo no fue política de despacho ni tertulia televisiva, sino servicio público en tiempos de miedo. Su historia encarna, con sobriedad y sin alardes, ese compromiso que distingue a funcionario del oportunista, al servidor público del figurante.
El socialismo moderno, que presume de empatía, ha demostrado que su solidaridad es selectiva
Mientras unos trabajaban hasta la extenuación, otros afinaban el ingenio para burlarse después. Así estamos: quienes arriesgaron la vida merecen sarcasmos de sofá, y quienes no se jugaron ni la reputación se permiten dar lecciones. El socialismo moderno, que presume de empatía, ha demostrado que su solidaridad es selectiva: se conmueve con los suyos y se ríe de los demás.
No es solo una anécdota; es una radiografía moral. Lo que antaño se habría llamado “falta de educación” hoy se disfraza de ironía progresista. Al parecer, insultar al adversario se considera libertad de expresión y humillar al enfermo, sentido del humor. Si eso es el nuevo humanismo socialista, que venga Sócrates y lo vea.
La diputada se ha ganado su medalla de hojalata.
La diputada Castro, con su tuit, ha hecho gala de un talento especial , lo suyo no fue una “salida de tono”, sino una entrada triunfal en el club de los lenguaraces con acta. Y es que el sarcasmo, cuando carece de inteligencia, se convierte en simple grosería con pretensiones.
Decía Unamuno que “solo el que sabe respetar puede ser libre”. Pero en el nuevo orden moral de la política tuitera, el respeto es una antigualla. Lo que importa es el golpe de efecto, el aplauso digital, el “zasca” de mediodía. Y en ese concurso de zafiedades, la diputada se ha ganado su medalla de hojalata.
El problema no es solo suyo; es del sistema que lo tolera. En el PSOE de hoy, el mérito parece medirse por la insolencia y la obediencia. Se ha pasado del “progreso” al “progresismo de barra”, donde lo importante no es pensar, sino repetir la consigna y, si se puede, aderezarla con un chiste cruel. Si Maquiavelo levantara la cabeza, pediría asilo político en Suiza.
Y mientras tanto, la ciudadanía, harta de espectáculos, observa cómo la Sra Paloma Castro confunde el Parlamento con un plató y el discurso con el despropósito. Se diría que algunos políticos sufren un caso agudo de frivolitis crónica: cuanto más grave el tema, más ligereza en el verbo.
Pero no todo está perdido...
Y así andamos: con el virus del mal gusto instalado en la política y algunos parlamentarios empeñados en demostrar que el COVID no fue tan contagioso como la estupidez.
Pero no todo está perdido. Todavía hay figuras como Miranda de Larra, que representan la seriedad, el deber y la decencia de quienes entienden la política como servicio, no como teatro. Frente a eso, las gracietas de salón se deshacen como espuma de mala cerveza.
En resumen: el vuelo de Doña Paloma no ha sido alto ni noble, sino rasante y torpe. Y cuando se vuela tan bajo, no es raro acabar estampado contra la realidad.