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La niñera de Podemos: de dar lecciones de paternidad a no pagarse sus lujos

Más allá de que sea o no una irregularidad, los lujos, privilegios y tren de vida de Iglesias y Montero, a costa del erario público, definen su hipocresía en plena crisis social.

Pablo Iglesias e Irene Montero

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Le pague el sueldo Podemos o lo haga el Ministerio de Igualdad, lo cierto es que Pablo Iglesias e Irene Montero han utilizado dinero ajeno, procedente del erario público de manera directa o indirecta, para procurarse un servicio tan personal como el cuidado de los niños.

Merezca eso reproche legal o no, la denuncia cursada desde dentro de la formación, por una de sus exasesores jurídicos, merece sin duda sanción pública por varias y poderosas razones. La primera, por el antagonismo entre lo que la pareja dirigente proclama y lo que en realidad practica: una vida aristocrática, costeada por el erario público, en la que no les falta ninguno de los privilegios y lujos que tanto criticaban.

Ni vivir en una mansión de lujo, en una zona natural de alto standing; ni tener un jugoso salario; ni llevar un tren de vida inherente a las clases más pudientes son criticables de por sí. Salvo que todo eso se haga a costa del presupuesto público, en plena depresión económica y después de haber construido una carrera política sobre la premisa de haber convertido todo eso en un abuso.

En general, el progreso de Iglesias y Montero ha ido parejo del empobrecimiento general de la sociedad. Y les ha sobrevenido por unas retribuciones de origen estatal que contradicen, tanto por aceptarlas como por la forma de gastarlas, todo el discurso que ellos alimentaron para hacerse hueco: desde el "urbanismo depredador" que ahora disfrutan hasta la cuantía de los sueldos de los políticos fueron objeto de sus diatribas. Y causa de su éxito.

Iglesias y Montero han querido dar hasta lecciones de paternidad y conciliación al resto mientras ellos la lograban sin esfuerzo y sin pagárselo

Y en particular, la utilización para tareas domésticas de una trabajadora del partido o del Ministerio de Igualdad, financiados ambos con dinero público mayoritariamente; es escandalosa. Especialmente cuando la hipocresía habitual de la formación incluyó, en este caso, un aprovechamiento político de su condición personal como padres.

Y daban lecciones

Porque ambos intentaron dar lecciones a la sociedad de cómo se debe conciliar, construyendo una imagen propia de esforzados progenitores que se repartían la baja para dedicarse por igual al cuidado de sus hijos. O compareciendo incluso en público con ellos para demostrarle al resto cómo deben hacerse las cosas.

Ahora sabemos que, mientras la mayoría de los padres concilian como pueden si tienen trabajo y familia -algo cada vez más difícil por la desolación económica vigente-, ellos lo hacen con todas las comodidades y sin pagárselo de su bolsillo. Que además, gracias a la política y no a sus currículos profesionales, tiene más fondo que el de la mayoría de los españoles que les pagan a ellos y cuidan a sus hijos sin llamar la atención y sin asistentes personales.

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