Alarma en Igualdad: el show de Rocío Carrasco, otro dolor de cabeza para Montero
Irene Montero convirtió en asunto de Estado el culebrón de Rocío Carrasco y Antonio David y eso ha tenido consecuencias: en el Gobierno se llevan las manos a la cabeza.
Se veía venir, todo el sector televisivo lo sabía y estaba claro lo que iba a suceder. Pero la ministra se metió hasta el corvejón en un lodazal por ansia de protagonismo y por mantener una agenda política. Y ahora lo paga. Es lo que tiene contar con ‘pelotas’ y no con asesores de verdad.
¿Dónde está la titular de Igualdad, Irene Montero, ante los derroteros del ‘show’ de Rocío Carrasco? Respuesta sencilla: dando la callada y metida debajo de una piedra. Ahora, que se hace evidente lo que era cuestión de tiempo (la rentabilización de un pelea familiar y su explotación en beneficio de la audiencia), la ministra sigue la táctica del avestruz.
Los últimos pasos del ‘show’ han dejado claro que, pese a las soflamas de Carlota Corredera (¿algo que declarar también?), lo que interesa a Telecinco es el circo. Mientras tanto, en el Ejecutivo de Pedro Sánchez la ministra es la comidilla y la cuota socialista, por lo bajini, se felicita de haber frenado a su Adriana Lastra a la hora de meterse en el charco en el que Montero se metió de pleno.
Porque la ministra de Igualdad no sólo contribuyó a apoyar la estrategia de Mediaset con Rocío Carrasco en persona, sino que también envió a su personal de confianza en socorro. Así, se pudo ver en la pantalla a una de sus asesoras, Ángela Rodríguez, reforzando los enfoques favorables a Rocío Carrasco. Por entonces, ante de entrar en modo ‘silencio administrativo’, Igualdad hacía suyo el caso porque lo consideraba un excelente vehículo para sus intereses.
"Una melonada"
El problema es que, casi cuatro meses después, Montero ni está ni se le espera. Por lo pronto, la ministra ha sacado una denuncia admitida en Bruselas por vulnerar la presunción de inocencia de Antonio David Flores. Sin contar, claro, el desgaste de imagen y de posición.
Lo que cuesta comprender, según admiten incluso en el Gobierno y en Unidas Podemos, es que nadie en su sano juicio advirtiera del jardín en que se metía la ministra. Hay quien lo explica de una forma más contundente: “Está rodeada de ‘pelotas’, no de asesores”. Otros son más contundentes: “Eso es lo que queda de Podemos. Una corte que entona el ‘sí, bwana’ ante cualquier melonada”.