El domador de egos: Puigdemont pone el aro y Sánchez salta
El presidente que prometió traer al catalán ante la justicia española no sólo va a aprobar una amnistía inmoral e inconstitucional sino que ahora va a ir a rendirle pleitesía
Pedro Sánchez viajará a algún lugar fuera de España para reunirse con el prófugo Carles Puigdemont. Se trata de una afirmación que nadie hubiera creído posible hace unos meses. Hoy, en cambio, nadie duda de que así será después de que este jueves lo haya anunciado el número dos de Junts, Jordi Turull.
El presidente del Gobierno que prometió traer a Puigdemont ante la justicia española no solo va a aprobar una amnistía inmoral e inconstitucional diseñada a la medida del prófugo sino que ahora va a ir a rendirle pleitesía. Parece que esa humillación forma parte del infame acuerdo de investidura que firmaron el PSOE y Junts en Bruselas, a modo de cláusula no escrita, pero obligatoria.
Sánchez intentó negar sin hacerlo del todo que esa reunión fuera a tener lugar. Vino a decir que no la tiene en su agenda, lo que no quiere decir que no se vaya a producir. Su palabra ya sabemos que no tiene valor de ningún tipo, pero es que además, según informaba El País, que en esto del sanchismo tiene sobrada autoridad, fuentes del PSOE reconocían que la reunión se va a producir aunque aún no tiene fecha.
El prófugo, con sus 7 votos imprescindibles para la investidura, se ha convertido en un domador de egos. La altanería que demuestra Pedro Sánchez ante el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el desprecio que destila hacia el líder de Vox, Santiago Abascal, se tornan en sumisa obediencia a Carles Puigdemont. El separatista pone el aro y a un chasquido de sus dedos el presidente del Gobierno salta a través de él.
Lo peor es que no va a ser una excepción. Si Sánchez quiere que la legislatura aguante le esperan muchos episodios similares, cesiones y humillaciones. Aunque, claro, estas humillaciones no lo son solo de carácter personal para el presidente del Gobierno sino que con él arrastra a su país. Es España la que queda en ridículo ante un delincuente fugado que maneja como una marioneta las decisiones más trascendentales del Consejo de Ministros.