Agua de catalanes
Cataluña tiene sed. Sed de la de verdad, por falta de agua, no por ser una nación independiente. Seis millones de catalanes sufren los efectos de la sequía.
Durante años sus dirigentes, en lugar de fijarse en los problemas reales, como que el agua es un bien escaso, han malversado los fondos públicos para pagar un “procés” ilegal con el que lo único que han hecho es hipnotizar a parte de los ciudadanos cargándoles de ideología “indepe”. Han abonado la insolidaridad en lugar de regar lo que une a todos.
Ahora, cuando aprieta de verdad el zapato, que traigan agua en barco desde desaladoras de las demás Comunidades españolas.
El nacionalismo y la izquierda fueron grandes protestantes contra el trasvase del Ebro que preveía el plan hidrológico ideado en la etapa de José María Aznar y que hubiese evitado el actual grave problema que nos trae una sequía cada vez más pertinaz en España. Sin duda, la falta de lluvia es la culpable de lo que ocurre en Cataluña. Pero, la estupidez de aquellos políticos que negaron a los demás el agua que necesitaban, creyendo que los ríos y embalses eran propiedad de autonomías o ayuntamientos; amén de la inmoralidad cateta de haber creído que separándose de los demás españoles la vida de los catalanes sería un edén, llevan a estos resultados. Cataluña tiene embajadas y televisión independentistas pero los grifos no les dan casi para ducharse.
Los catalanes no deberían volver su vista al tópico “Madrid nos roba”, con el que sus autoridades despejan todas las papeletas que se les vienen encima hasta atropellarles por falta de atención. Deben mirar a Artur Mas, Quim Torra, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Pere Aragonés. Todos ellos muy secesionistas. Sí. Y responsables de tener corta visión política.
A.M. BEAUMONT