La política desde la psiquiatría

Hemiciclo durante un pleno en el Congreso de los Diputados
Hace unas horas oía en una tertulia televisiva decir que la política actual en este país, hay que verla desde “el diván del psiquiatra”. Que lo que está pasando es más fruto de un trastorno mental colectivo, que de conductas lógicas, racionales y sanas.
Empecemos, para analizar la cuestión de si la política actualmente es un problema de enfermedad/salud mental, por decir que la autoestima es un concepto psicológico muy manido que hace referencia a la capacidad que las personas deben de tener para quererse, aceptarse, valorarse y cuidarse a sí mismas, con independencia de su aciertos y errores. Cuando la autoestima es precaria o insuficiente, se produce un serio problema emocional y, también, en las relaciones interpersonales. Se manifiesta entre otros, por la aparición síntomas como estos:
− Inseguridad en uno mismo, (ya sea en el trabajo, con la pareja, con los amigos…)
− Miedo recurrente y persistente
− Pereza y poco esfuerzo para conseguir lo que queremos porque creemos que no lo lograremos.
− Sentir que no merecemos las cosas buenas de la vida.
− Necesitar la aprobación de los demás para hacer las cosas o sentirnos mejor.
− La sensación de no hacer nunca las cosas lo suficientemente bien, así que nos autoexigimos mucho y aún y así no quedamos satisfechos.
− La autoexigencia exagerada, que nos priva de evolucionar y nos lleva al bloqueo y la inacción por temor al fracaso.
− Percibir a los demás como si fuesen superiores a nosotros y tener la sensación de que no llegaremos nunca a ser como ellos.
− Atribuir los logros a causas externas o a la suerte, y los fracasos a causas internas.
− Nunca nos felicitamos por nuestras cualidades, ni siquiera las vemos.
− No estar satisfechos con lo que hacemos pensando que lo podríamos hacer mejor. La persona no se siente apta para desarrollar ningún tipo de actividad.
− Sentirse infeliz, culpable y triste. La mezcla peligrosa de las tres emociones, que nos lleva a una desesperación sin fondo.
− Centrarnos en nuestras debilidades.
− Sentirnos poco atractivos generalmente.
− Necesitar la aprobación de los demás con mucha frecuencia.
Mejorar la autoestima
Tener la autoestima deficiente no es sí mismo una enfermedad, pero si es uno de los síntomas que aparecen en trastornos como la depresión severa, la ansiedad, las fobias, las adicciones, las psicosis, los trastornos alimentarios, el déficit intelectual, etc. Por ello hablar de mejorar la autoestima, requiere, en primer lugar, hacer una evaluación de las funciones psíquicas del sujeto y ver si existe alguna causa (enfermedad) que la puede alterar o perturbar.
Para ello es esencial una exploración psiquiátrica y psicométrica. En un segundo paso se deben establecer diagnósticos diferenciales, y, por último, iniciar el correspondiente tratamiento. Hoy todo el mundo da consejos y recomendaciones para mejorar la autoestima y conseguir un equilibrio emocional, cuando realmente ello es un acto muy complejo, ya que en ocasiones la baja autoestima va unida, incluso, a bases genéticas.
No es raro que los llamados “todólogos”, contertulios televisivos y “pseudoentrenadores emocionales”, nos digan obviedades como las que les resumo a continuación para mejorar la autoestima y solucionar los problemas personales y de rebote, los de la colectividad:
− Tener objetivos realistas y que se puedan cumplir.
− Escabullirse del perfeccionismo extremo y no machacarse.
− Tratarse con cariño y respeto. Si tú no te quieres, no esperes que los demás lo hagan.
− Recuerda siempre que tienes derecho a ser feliz.
− Ser atrevido y salir de la zona de confort.
− No te lastimes pensando en el pasado.
− Mira con realismo y modifica lo que está en tu mano.
− Errar es humano, acéptalo.
− Pregúntate con frecuencia: qué es lo peor que te podría pasar.
− Perdónate. Si tu no lo haces, será difícil cambiar las cosas.
− Felicítate por tus logros.
− Haz ejercicio diario y constante
− Medita y reflexiona, aunque sean pocos minutos al día.
− Usa libros, charlas, videos, consejos mantras, redes sociales…
Todas estas admoniciones, que como he dicho, son simplezas, no siempre se puedan poner en práctica. Por ejemplo, basta con sufrir una depresión o un trastorno de la personalidad para que estos pensamientos no se puedan llevarse a la práctica, por mucho que queramos o deseemos. Ahí está el problema. Todas estas “terapias” solo funcionan cuando el cerebro también lo hace.
Trastornos de la personalidad
En la política, es decir, en ese “trabajo” en el que un ciudadano decide libremente ocuparse del bienestar de sus semejantes y regir una comunidad para conseguir su avance, está llena de sujetos con una falsa autoestima y con severos trastornos de la personalidad.
Muchos políticos ni se aceptan, ni se valoran, ni se quieren y carecen de una autoestima adecuada, ya que necesitan permanentemente el elogio y el aplauso ajeno. Son lo que son, no por méritos propios, sino a través de cambalaches, pactos oscuros, falacias constantes, ideas deliroides de superioridad, engaños burdos, aguante extraordinario y, sobre todo, por la dejadez y desidia de los que no somos políticos y no les pedimos cuentas de su gestión.
Muchos de los ciudadanos que “trabajan provisionalmente” en la política, aunque algunos tengan vocación de permanencia, tienen personalidades tóxicas sobre las que les conviene reflexionar, al menos si nos basamos en sus acciones y no en sus palabras, que es lo que debemos hacer para conocer a la persona. Las más frecuentes son estas:
Inhibición
Los éxitos no llueven del cielo. Si no se camina se esta siempre a la misma distancia de la meta.
Culpabilización del otro
Los hechos tienen consecuencias y cada uno debe asumir la responsabilidad de sus actos. Inculpar a otros de tu mala situación es la mejor manera de no superarla.
Soberbia
Nadie tiene superpoderes ni está por encima de la enfermedad y la muerte. Si alguien nos puede ayudar a alcanzar la meta y no pedimos ayuda, estamos gestionado inadecuadamente las emociones y disminuyendo las posibilidades de éxito.
Pérdida de contacto con la realidad
El aislamiento en un mundo artificial (Consejerias, ministerios, palacios, etc…), les impide ver lo que realmente está pasando.
Superficialidad
“Maestro de todo y aprendiz de nada”. Para medrar en política la condición esencial es la sumisión al partido. Es decir, perder la autonomía y la libertad personal.
Poco aguante a la adversidad
La política les lleva a creerse que son “especiales” y olvidan que el tiempo no perdona, que pasa velozmente y que no se puede comprar.
Mala memoria
Olvidan en solo unos días las promesas hechas, y cuando se les recuerdan, se enfadan como niños pequeños y mal criados.
Estoy de acuerdo que para entender la política que se está llevando a cabo en la España actual, quizá no haga falta ser psiquiatra, pero si empieza a ser necesario tener unas amplias bases de psicopatología, y enfocar muchas conductas como consecuencia de trastornos, anomalías o enfermedades de eso que llamamos cerebro.