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Sánchez no se acuerda de nada y no le consta nada: evasivas pensando en un futuro judicial por la corrupción

El sanchismo convirtió la sesión en una farsa berlanguiana: preguntas caóticas sobre Venezuela, sobresueldos y hasta prostíbulos del suegro, mientras Sánchez, con sus gafas retro eclipsando la podredumbre, balbuceaba

Pedro Sánchez en la comisión del caso Koldo en el Senado

Pedro Sánchez en la comisión del caso Koldo en el Senado

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Pedro Sánchez escupió en la cara de la democracia con una comparecencia en el Senado que no fue más que un insulto grosero a la Comisión de Investigación sobre el 'caso Koldo'. Convocado para rendir cuentas por la trama de mordidas millonarias en contratos de mascarillas –que dejó a españoles muriendo en UCI mientras Ábalos y su camarilla se forraban–, el presidente ha optado por el desprecio supremo: olvidos selectivos, negaciones cínicas y un "no me consta" repetido como un tic de mentiroso patológico. No compareció para responder; asistió para humillar a la institución, calculando cada evasiva como un ensayo para el banquillo judicial que podría esperarle. Su arrogancia es un atentado al Estado de derecho: trata al Senado como un plató de su 'reality show' personal, donde las preguntas son "circos" y las verdades, opcionales.

El PP, con Alejo Miranda al frente, preparó un Watergate socialista basado en informes de la UCO que señalan a Sánchez como "número uno" de la corrupción. Pero el sanchismo convirtió la sesión en una farsa berlanguiana: preguntas caóticas sobre Venezuela, sobresueldos y hasta prostíbulos del suegro, mientras Sánchez, con sus gafas retro eclipsando la podredumbre, balbuceaba: "¿Cuándo conocí a Aldama? No recuerdo". Sobre la entrega de 90.000 euros en negro en Ferraz, ordenada por el empresario: "No tiene credibilidad". ¿Pagos en efectivo del PSOE para "gastos anecdóticos"? "No sabría decir las cantidades". Y sobre Koldo García, su confidente: "Relación anecdótica, mínimas posibles". Cada "no lo sé" era un guantazo a la comisión, un "no me da la gana de responder" envuelto en victimismo.

Ante Vox, invocó el "sub iudice" para blindar a su esposa Begoña en el rescate de Air Europa. Al PP, les devolvió el espejo de Gürtel y Kitchen, gritando "¡En el PSOE no hay sobresueldos!" mientras admitía pagos ilegales "que superan lo permitido". Llamó "comisión de difamación" al órgano constitucional –reprendido por el presidente Eloy Suárez por su insolencia– y salió con sonrisa de triunfador: "Yo satisfecho". ¿Satisfecho de qué? De haber pisoteado la soberanía popular representada en el Senado.

Sánchez siguió un patrón ya conocido, el del desprecio institucional que envenena la democracia. Sánchez no olvida: elige no recordar para que los jueces reconstruyan su cloaca. El 'caso Koldo' destapa un PSOE gangrenado desde Ferraz, donde el dinero negro riega lealtades. Si sigue así, los tribunales no solo juzgarán su corrupción: condenarán su soberbia. Y ojalá sea pronto.

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