| 07 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Puigdemont y Yolanda Díaz en su entrevista en Bruselas.
Puigdemont y Yolanda Díaz en su entrevista en Bruselas.

Máxima cautela entre los estrategas de Moncloa: "Puigdemont pide la luna"

Hay muchos en el mismo círculo presidencial que admiten "no tener ni idea" de cómo terminará de comportarse el prófugo de Waterloo. "Tal vez no lo sepa ni él mismo. Es imprevisible".

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

El seguidismo del PSOE a Pedro Sánchez le ha llevado a zambullirse en una fase de estrés, sin certezas sobre si logrará amarrar una investidura para la que necesita contar con la amalgama de una veintena larga de costaleros.

Los equilibrismos son ahora mismo delicados, el tablero inestable y, por si faltase algún ingrediente, Sánchez necesita el respaldo tanto de Junts como de ERC. Las dos fuerzas se mueven en abierta puja por demostrar, en palabras de un dirigente socialista, "quien tiene el independentismo más largo". De ahí cuelga la suerte del líder.

Por eso, la desconfianza se abre paso y en el Gobierno y en el partido se extrema ya la cautela para evitar que descarrilen unas negociaciones de alto voltaje sobre la base de una amnistía complicada de administrar.

Ahora mismo, los negociadores de Sánchez andan testando que la voluntad de negociar de los secesionistas sea "real". Vamos, que Puigdemont no esté jugando con la ansiedad del secretario general del PSOE.

"Carles Puigdemont no se apea de pedir la luna", reconoce la sala de máquinas de La Moncloa. Con estos mimbres, hay quienes en el mismo círculo presidencial admiten "no tener ni idea" de cómo terminará de comportarse el prófugo de Waterloo. "Tal vez no lo sepa ni él mismo. Es imprevisible".

En medio de la rebelión de la vieja guardia encabezada por Felipe González y Alfonso Guerra, unidos de nuevo en su rechazo al plan de Sánchez, el desasosiego dentro del PSOE es palpable, muchos no se atreven a salir a la luz, pero agitan entre bambalinas la convocatoria de nuevas elecciones generales como salida a la degradación de nuestra democracia en la que está embarcado su jefe de filas.

 

Pedro Sánchez y Pere Aragonés en una de sus citas en Barcelona.

 

Una vuelta a las urnas no se descarta. Sánchez, de hecho, ha vuelto a programar actos de partido durante los próximos fines de semana. Así, el domingo estará en la Festa Socialista de Galicia que se celebra en Santiago de Compostela. Hará lo propio siete días después, pero en la Fiesta de la Rosa del PSC, en Gavà (Barcelona) en compañía del primer secretario de los socialistas catalanes, Salvador Illa. Y, ya el 1 de octubre, Pedro Sánchez tiene previsto desembarcar en Sevilla en los que algunos definen como "lo más parecido a un acto de precampaña".

La desconfianza se abre paso y en el Gobierno y en el partido se extrema ya la cautela para evitar que descarrilen unas negociaciones de alto voltaje sobre la base de una amnistía complicada de administrar.

Para camuflar sus claudicaciones, la cúpula socialista tira del consabido truco de hacer oposición a la oposición. Lo que sea para deslegitimar a Alberto Núñez Feijóo que alza la voz contra la determinación del presidente del Gobierno en funciones de traspasar más líneas rojas.

 

Ahora mismo, los negociadores de Sánchez andan testando que la voluntad de negociar de los secesionistas sea "real". Vamos, que Puigdemont no esté jugando con la ansiedad del secretario general del PSOE. Ello indica que pensar que la investidura puede estar hecha a finales de octubre, como presuponían en La Moncloa, resulta a día de hoy cuanto menos difícil.