| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El doble reto de Ruth Merino: mantener vivo a Cs en Les Corts y darse a conocer

Ha empezado a acometer cambios internos en el grupo parlamentario de Ciudadanos mientras trata de apuntarla su perfil público con pronunciamientos de todo tipo

| H. G. Edición Valencia

La síndica de Ciudadanos en Les Corts, Ruth Merino, ha pasado de ser la segunda del omnipresente Toni Cantó y de incorporarse en 2019 a la candidatura por Valencia como fichaje técnico en un partido en ascenso, a tener que lidiar, como máxima responsable, con un grupo parlamentario roto de una formación en declive. Todo ello desde la tarima de principal figura institucional de Ciudadanos en ese perfil de portavoz en Les Corts, cargo en el que cumple dos meses.

Merino tiene un diáfano precedente en el rol circunstancial que ha tenido que asumir. Ciudadanos ya vivió una fragmentación en la pasada legislatura, cuando se marcharon cuatro diputados, incluido su síndic, Alexis Marí, al grupo de no adscritos. Por aquel entonces el principal poder fáctico del partido y secretario de organización, Emilio Argüeso, situó a Mari-Carmen Sánchez, persona de su confianza, como portavoz.

Sánchez también se fue creciendo, hasta el punto de que antes de que Cantó resultara proclamado candidato a la Generalitat no rechazaba la posibilidad de serlo ella (Merino igualmente ha dejado caer esa idea en una reciente entrevista en El Periódico de Aquí). Eso sí, con las encuestas al alza. Al final la situaron al frente de la candidatura en la ciudad de Alicante, donde obtuvo un resultado muy inferior al de, por ejemplo, Fernando Giner en Valencia.

 

En cualquier caso, las circunstancias de Ciudadanos en la actualidad son radicalmente diferentes en cuanto a expectativas de voto. Y Ruth Merino Peña, licenciada en Económicas y técnico de Hacienda del Estado en excedencia, también tiene un perfil profesional y personal muy distinto al de Carmen Sánchez.

Ahora la toca nadar a contracorriente, tanto en lo que respecta a la tendencia a la baja de su partido como en lo que atañe al desánimo en su grupo político. Para ello ha apostado por varias medidas: la primera, multiplicarse en actos y pronunciamientos y ejercer una suerte de hiperactividad pública. Ni tiene el grado de conocimiento de Cantó ni Ciudadanos disfruta de ese atractivo informativo de hace un año.  No obstante, Merino igual habla del transvase hídrico que reclama ayudas para el sector del calzado, entre un número incontable de iniciativas. Por intentarlo no quedará por su parte.

 

Mientras, en clave interna, le toca afrontar recortes económicos en el grupo parlamentario derivados de la marcha de cuatro diputados. De momento ha prescindido de Pablo García Medrano, el que fuera jefe de gabinete de su antecesor,  Toni Cantó, y ha dejado en las manos de Tomás Pascual, asesor adscrito a la Mesa de Las Corts, la estrategia del grupo, como en gran medida hizo el propio Cantó. No será el único cambio que deba acometer. Antes ya  confío la coordinación en Carlos Gracia en sustitución de Fernando Llopis.

Por otro lado, como máxima responsable institucional, también trata de ganarse el respeto de una militancia expectante y desmoralizada. Para ello cuenta con el apoyo del secretario de Acción Institucional, Jesús Gimeno, que actúa de facto como máximo responsable del partido a la espera de que exista un coordinador -no habría que descartar que Merino ocupara ese cargo a medio plazo-, y de la secretaria de Organización, Teresa Ortiz, que está intentando de reactivar a las bases con recorridos por diferentes comarcas cada fin de semana.

Cada día que pasa sin que se vaya un diputado más y consiguiendo cierto protagonismo constituye todo un logro, un paso en una carrera que puede ser hacia ninguna parte, hacia ese callejón sin salida que supondría la desaparición institucional del partido. O, por el contrario, pudiera ser hacia una recuperación en la que todavía confían unos pocos irreductibles de la formación bajo la égida, el mantra, la quimera o la necesidad de la "política útil". La volatilidad del electorado, como insiste un buen amigo sociólogo.