| 28 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La imagen del vicepresidente Barrera fue pisoteada en una concentración.
La imagen del vicepresidente Barrera fue pisoteada en una concentración.

Dos varas para medir

El conseller Barrera pisoteado, una concejal deseando a Ayuso que acabe como Rita Barberá...y, gran escándalo, un "ninot" apaleado.

Con el “metro patrón”, una barra o perfil estable que sirvió para establecer el sistema métrico decimal, se homologaron -aunque permanecieran los diversos sistemas tradicionales locales para medir- definitivamente y de manera objetiva las dimensiones longitudinales en el mundo civilizado. Hasta un estudiante de primaria de los clasificados por PISA, debiera conocer que desde finales del XVIII se definió el metro como una  diez millonésima de la distancia entre el ecuador y  el polo norte. Cien años más tarde, un patrón materializado en platino e iridio fue creado en París por la Comisión Internacional de Pesos y Medidas para fijar a la vez el metro y el kilogramo.

En su defecto siempre nos queda Google y Wikipedia, donde el escolar avezado y ya experto en herramientas digitales, sin necesidad de recurrir al ChatGPT para desnudar a sus compañeritas, puede averiguar además que la distancia entre Dunkerke y Barcelona fue también una referencia antes de estas decisiones todavía vigentes.

Hasta entonces, la vara era una medida que alcanzaba entre 3/4 y 4/5 partes de lo que hoy llamamos metro (772 mm. exactamente). Más generosa era la vara castellana, también llamada vara de Burgos, vigente en España hasta el siglo XIX y que los expertos cuantifican en 0,835905 metros. Y aunque no hay consenso entre los académicos acerca de la vara valenciana -sí en cuanto al palmo- podría decirse que al alcanzar algo más de cuatro palmos, su medida era la equivalente a 906 mm.

De aquí esa expresión popular de la utilización de “dos varas de medir” con la sana -o no tan sana- intención de engañar al contrario en una transacción. Lógicamente, a la hora de obtener beneficios extra, la menor conviene al comprador y la mayor al vendedor. Así que había que andar  con cuidado.

Casi siglo y medio después el asunto se ha desplazado a la política, sobre todo en España, donde los partidos usan la más grande para medir las afrentas y culpas del contrario y la chica -reducida aún más si es posible- para las propias.

Es el caso de la revuelta findeañera de Revuelta ante Ferraz. Un acto execrable más  allá de la jarana y la borrachera propia de esas fiestas saturnales que tanto agradan a los socialistas, y tan alejadas están de la Navidad y de la “comunidad cristiana” a la que felicitó el ministro con tal motivo. Pero el organizador ha sido convocado de inmediato a Comisaría acusado de delito de odio y tanto el ministro felicitador como el resto de sus colegas han salido en tromba a pedir explicaciones … al Partido Popular y al propio Núñez Feijóo, cuyo retrato sirve para encender y calentar el avance de los comicios gallegos. Por suerte para el Rey, acostumbrado ya a la lumbre y la gullotina en Cataluña, nadie desde el gobierno le pide pronunciarse al respecto .

“Su sanchidad” ha sido vejada y eso sí que no.

En Valencia, pese a que su histórica vara superara en varias decenas de milímetros a la castellana, parece que la izquierda recurre a la más pequeña de todas al valorar, por ejemplo, la política cultural del actual gobierno autonómico. En la festiva convocatoria “espontánea” para reivindicar al cesado, por irregularidades graves, gerente del Consorcio de Museos -¿se solicitó permiso gubernativo por alguien a quién pedir explicaciones?- se desplegó una foto del vicepresidente Barrera, que oportunamente fue alegremente pisoteada por los asistentes, entre los que se encontraban niños, diputados de Compromís en Corts, concejales socialistas del Ayuntamiento de Valencia, y miembros del Consell Valencià de Cultura, que nada hicieron por impedirlo. Ni tampoco por desmarcarse, ni condenar, más tarde lo ocurrido. Dos varas para medir.