| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El que quiera una tele, que se la pague

| Dulce Iborra Edición Valencia

La faceta pública del periodismo es una distopía que discurre paralela a la subjetividad con la que se ejerce la profesión, despojada ya de cualquier presunción de imparcialidad. Así, sin vergüenza ni arrepentimientos.

Además, me parece bien que hayamos aceptado de una vez por todas, los primeros los periodistas y los segundos los profesores de facultad de ciencias de la información, que nuestra profesión es tan objetiva como la opinión de una madre sobre la actuación de su hijo en el festival de fin de curso.

Ahora bien, de ahí a que cada gobierno haga de la televisión de todos su imaginario canal de YouTube programando y desprogramando a su antojo, o censurando a discreción, hay un trecho lleno de matices.

El primero de los matices es que el último spot que emitió TVE fue durante la nochevieja de 2009 y corrió a cargo de Mastercard. Esa fue, o debió ser, la última publicidad de nuestra Televisión Española, con la que nos despedimos de un sistema de financiación que dolía a las privadas y con el que de alguna manera debimos salir ganando.

El segundo de los matices es que el derecho a estar informado debe de estar por encima de la libertad de informar o programar. El ciudadano debe de ser la prioridad porque es el cliente del sistema. Esto se nos olvida a menudo y vale para cualquier servicio público.

Así pues, eliminada la publicidad pagada de La 1 y La 2, en un intento de transparencia y responsabilidad, y leídos los artículos de derechos fundamentales y libertades públicas referentes a la información en nuestra constitución, que tengamos publireportajes y NODOS contemporáneos en la televisión que sale del bolsillo de todos, es una desfachatez en la onda de televisiones públicas tercermundistas, donde los líderes enlatan y los programadores disparatan.

La línea editorial de una televisión pública debería de estar marcada por la representación de su público, no por un gobierno que hoy está mandando y mañana la pensión cobrando.

Y escribía esto pensando que TVE y sus periodistas de negro no están muy lejos de lo que fue nuestra querida Canal 9. En sus últimos estertores me sorprendí a mí misma espetando un día en público que “el que quiera una tele que se la pague, porque si el dinero que invertimos en el audiovisual es para publicitarse y mangonearnos, lo prefiero en escuelas públicas y caderas de titanio”.