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Metropol, pasarelas, convento de St. Domingo… ¿qué será lo próximo en Valencia?

Algunas de las últimas intervenciones del equipo de gobierno en la ciudad de Valencia han despertado conflictos donde no los había y han asomado ampollas en la misma coalición

| Héctor González Edición Valencia

El Ayuntamiento de Valencia comenzó el año derribando cinco de las emblemáticas pasarelas de la avenida del Cid, las que salpimentaban la entrada a Valencia desde la carretera que enlaza con Madrid. Lo hizo a pesar de las quejas de las asociaciones vecinales y de la seguridad que proporcionaban a los transeúntes para alejarlos de los vehículos. Y a sabiendas del embudo que iba a causar en una de las principales arterias viales de acceso a la urbe.

La consecuente petición de la Asociación de Vecinos de Nou Moles de recuperar la pasarela que comunica Pintor Stolz y su centro de salud con la calle Tenerife y con el colegio Sector Aéreo quedó tan abandonada como los cascotes de las pasarelas. Tampoco las tardías protestas de PP y Ciudadanos sirvieron de mucho. Al final se impuso el argumento consistorial de derribo como única solución al deterioro.

El siguiente objetivo de las grúas orientadas por el concejal de Urbanismo, Vicent Sarrià, lo constituye el histórico cine Metropol, un elegante vestigio del pasado reciente de la ciudad ubicado en la céntrica calle Hernán Cortes. A las reivindicaciones arquitectónicas apelando a la singularidad del inmueble, sobre todo de su rótulo, se ha sumado la intervención de la concejal de Cultura, Glòria Tello, de Compromís, enarbolando la bandera de su defensa. Todo ello aderezado de ribetes de nostalgia. Esta situación ha puesto en un brete la maquinaria demoledora de Sarriá, del PSPV-PSOE. Sin embargo, cuando el edil de Urbanismo se fija un objetivo resulta difícil que renuncie.

Y esta semana surge un nuevo frente urbano, otro edificio paradigmático de Valencia: el Real Convento de Santo Domingo. En este caso, no para derribarlo, sino para cambiar su propiedad. Y la propuesta parte de Les Corts Valencianes, con la discrepancia de su propio presidente, Enric Morera, y con la aquiescencia del alcalde local Joan Ribó, que ya defendía esta petición desde su etapa como concejal en la oposición. El argumento esgrimido por Compromís –impulsor de la propuesta- se basa en destituir su titularidad castrense –en la actualidad lo conserva el Ejército- y divulgar sus atractivos. Incluso algún partido, como Ciudadanos, que ha sorprendido con su abstención, ha aludido a una mejora de las instalaciones.

Los 23.000 visitantes anuales censados, la jornada de puertas abiertas que, casualmente, se desarrolla este mismo fin de semana, o los numerosos actos institucionales en los que ha participado el propio Morera demuestran que vida cultural y visitas desde luego tiene el convento gótico. Quien ha circundado su magnífico claustro, ha entrado en la celda de San Vicente, ha admirado la sala capitular, ha contemplado el salón del trono o ha observado la recreación de ´El Palleter´ sabe que precisamente conservado sí que está. Cuestión diferente consiste en si hace falta divulgar más este tesoro monumental valenciano, tarea que, supongo, implicaría a diferentes entidades. De ahí a buscar una disputa con el Ejército existe un largo trecho.

Y muy cerca del citado Real Convento de Santo de Domingo se encuentra la glorieta de Puerta de la Mar, una recreación de su antepasada. Desde principios de año está sitiada por obras, que esta semana han concluido con el achatamiento de su lateral más amplio, el que se abre desde la calle General Palanca. Carril bici, carril bus e isleta peatonal han dejado el espacio para los vehículos privados reducido al paso de dos al mismo tiempo que, por la progresiva estrechez de la rotonda, se complica y se llega a juntar en un solo carril. Los conductores han de estar más atentos que nunca para no colisionar.

Esta intervención ha pasado desapercibida entre tanta metamorfosis urbana. Y ante la carencia de información recibida por los vecinos de la zona, ni antes ni durante la obra. Ni tan siquiera un cartel explicativo del proyecto en vía urbana. La participación ha brillado por su ausencia ante la política de hechos consumados.

Algunas intervenciones quizás “pacifiquen” –eufemismo que le encanta utilizar el edil de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi-; no obstante, otras muchas plantean conflictos donde no los había, como la demolición de las pasarelas, el intento de hacer lo propio con el edificio del antiguo cine Metropol o la municipalización del Real Convento de Santo Domingo. Por tanto, constituyen, en la práctica, actuaciones beligerantes, por la oposición o el malestar que generan. Incluso entre los propios partidos que gobiernan el Consistorio de Valencia. Y sin consulta previa a los vecinos que las avale. Precisamente los vecinos son quienes, en definitiva, han de convivir con los cambios, adaptarse a ellos, beneficiarse o sufrirlos.