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Ciudadanos y Podemos, con pies de barro ante al empuje municipal de PSPV y PP

Ciudadanos ha dejado pasar tres años ni reforzar su organización local, mientras Podemos anda sumido en qué marca presentar. Por su parte, PP y PSOE tienen una estructura municipal asentada

| Héctor González Edición Valencia

El PP ganó las elecciones locales, en suma general de votos en toda España, en 2015. En mayo de 2019, podría hacerlo el PSOE. Cambiarían las tornas, pero se mantendría, con holgura, un bipartidismo que se asienta en las dificultades y lentitud de Ciudadanos y Podemos por renovar y preparar candidaturas locales. En la Comunidad Valenciana se han quedado estancados.

Los dos partidos tradicionales por antonomasia –si consideramos tradición el haber gobernado España desde el siglo pasado- afrontarán las próximas elecciones locales con el colchón de su militancia y su estructura. Los socialistas, además, lo harán con el pedigrí de dirigir España, las  principales comunidades y la inmensa mayoría de ayuntamientos, sobre todo en autonomías como la valenciana. Por inercia, y salvo en casos señalados, sus alcaldes repetirán como candidatos. También el presidente de la Generalitat. E incluso pudiera ser que el actual en la Diputación de Valencia. Aunque esta ya sería una guerra postelectoral.

Y dónde no cuenten con la alcaldía en la actualidad, si la han tenido y la dejaron por rotación con Compromís y la filial de Podemos, se ocupará su exalcalde de tentar de nuevo a la suerte. O al votante, para escribir con más precisión. Y en los escasos municipios que se encuentran en la oposición o en un gobierno sin ostentar la alcaldía, las primarias permitirán encumbrar a sus secretarios generales, como previsiblemente en Valencia. Con alguna pequeña sorpresa de candidato alternativo al oficialista en algún municipio. Poco más.

En el PP, algo similar aunque a la inversa. Sus escasos primeros ediles –incluido el de Alicante- optarán de nuevo a levantar la vara consistorial. Donde no mandan lo intentarán, casi con toda seguridad, sus actuales portavoces. En bastantes casos exalcaldes. En la mayoría de las situaciones coincide con la persona que ejerce la presidencia local, un cargo que en el PP no se ha renovado desde hace más de un lustro en la provincia de Valencia al no convocarse el congreso provincial. Esa suspensión provocó un efecto dominó que paralizó los comarcales y locales. En definitiva, que mandan quienes lo hacían antes de las elecciones de 2015. En cualquier caso, como ocurre con el PSPV-PSOE, no le faltarán ni candidatos a alcaldes ni a concejales en la inmensa mayoría de municipios.

Compromís se encuentra en una situación similar al PP y PSOE. Sí, a los partidos a los que en ocasiones califica de viejos. Dispone de una estructura consolidada y reforzada también en los últimos tres años. ¿Y qué ocurre con Ciudadanos y Podemos? Lo contrario.

Ciudadanos cerró deprisa y corriendo la inmensa mayoría de sus candidaturas locales en 2015. Lo hizo con los recursos y con las personas que tenía a mano. Lo importante consistía en poder presentar listas. Y, a partir de ahí, trabajar ya con la tranquilidad de cuatro años por delante. En la práctica no ha resultado así. Los concejales que no se han marchado a Contigo se han asentado como dirigentes. Han madurado y controlan sus agrupaciones. Posiblemente opten de nuevo, en un partido en el que las primarias se dejan para las grandes ciudades con una cantidad mínima de afiliados, a sus  respectivas alcaldías.

Esto no significa que en todos los casos sean las personas más adecuadas o más preparadas para hacerlo. No obstante, el contador va corriendo y pocas alternativas han crecido a nivel local para sucederles. Desde la dirección del partido tampoco han promovido renovación. En cierto modo, ocurre como con el PP. Con la diferencia de que el PP tiene una estructura local bastante más  asentada y mayor militancia. Ciudadanos no, y no la ha fomentado especialmente. Se ha quedado con sus cabecillas locales que esperan que la marca, como en 2015, tire del carro. Al igual que ocurre en bastante medida a nivel autonómico. Y la marca empieza a desgastarse. Mientras el desencanto va haciendo mella en cargos intermedios.

¿Y qué pasa en Podemos? Que está tardando en cuadrar sus círculos, en determinar con claridad dónde se presentará con Podemos o con la marca local con la que lo hizo en 2015. Los círculos locales han ido perdiendo fuelle y, sobre todo, componentes e ilusión. Y algunos concejales ven que la línea seguida en Andalucía, con una marca potente propia bifurcada de Madrid, suma más que luciendo la de Podemos, que también arrastra su erosión. En este contexto proliferan las desavenencias.

Sucederá que en unas localidades se presente como Podemos, en otras con el nombre con que lo hizo en 2015 y en unas terceras las discrepancias pueden llevar a que haya candidaturas con ambas denominaciones que compitan entre sí. En unos municipios, además, irán conjuntamente con otros partidos, y en otros, no. Todo esto puede perjudicar de cara a la sintonía con la enseña autonómica y restar en la suma de votos para obtener diputados provinciales. La falta de identificación con el proyecto inicial y con la deriva posterior del partido puede desgajarlo.

O Ciudadanos renueva y refuerza su estructura local y Podemos organiza con claridad su reconstrucción de marca, o a diez meses de las elecciones municipales de 2019, PP y PSOE tienen todos los visos de incrementar la ventaja del bipartidismo y de batirse en un duelo cerrado –con permiso de Compromís- por sumar alcaldías. A este paso Ciudadanos y Podemos se limitarán a aportar peones para propiciar mayorías de gobierno. A ser meros testaferros en muchos casos. Desaprovecharían su segunda y mejor oportunidad. La política no siempre da terceras y vienen por detrás partidos que derrochan ilusión y ganas.