| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sobre La verdad y la necedad

| Dulce Iborra Edición Valencia

Después de mi año en la calle como periodista de sucesos, al servicio de una productora que abastecía a los programas de mayor audiencia y menor escrúpulo de la televisión nacional, desarrollé una animadversión a los contenidos del ayayayayay -léase con entonación de Gloria Serra para Equipo de Investigación- y a las miserias humanas que nos hacen creernos con mejor suerte.

La verdad, esa serie que tenía en el cajón Telecinco y que ha vivido su primera temporada a golpe de Mundial, me ha recordado con su prolegómeno cutre y amarillo, una etapa en la que me curtí como periodista y me odié como persona.

A la serie le precede en cada capítulo un programa llamado “Falsas verdades” que comenzó con un toque acongojante y absolutamente fuera de lugar como es la desaparición de niños que hoy tendrían mi edad. Y en sus últimas entregas ha discurrido, tan tranquilamente, entre testimonios de estafadores y casos oscuros. ¿Por qué? Mejor preguntado, ¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad?

Ya que la cosa va de parecidos razonables con la serie, podrían haber tocado en ese aperitivo de la serie algún caso oscuro sobre la familia Botín y así ya salimos de dudas sobre la inspiración del guión, que en estos momentos podría ser la única conclusión que no hemos obtenido de la serie en su primera temporada.

Si hay una segunda, espero que Telecinco sepa distinguir la verdad de la necedad, una cuenta también pendiente, por cierto, en el periodismo de alcachofa, telefonillo y comidilla.