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Todos somos Carlitos - RAQUEL AGUILAR
Todos somos Carlitos - RAQUEL AGUILAR

Todos los Carlitos

Esta última semana Carlitos ha sido el protagonista involuntario de decenas de titulares de prensa.

| Raquel Aguilar Edición Valencia

Carlitos era un ciervo que desde hace ocho años, cuando todavía era una cría huérfana, se había convertido en el vecino más singular y mimado de Linarejos, una aldea zamorana de 10 habitantes humanos.

Su visita era celebrada, tanto que los vecinos se movilizaron y consiguieron recoger en apenas unos días, a través de las redes sociales, decenas de miles de firmas para pedir a la Junta de Castilla y León que no permitiesen que Carlitos fuese cazado.

Sin embargo, el despotismo de quienes hacen de la muerte un modo de diversión, se ha hecho patente, y en una mezcla de arrogancia y amenaza, han acallado a tiros la simple, concreta y empática petición de los habitantes de una aldea: dejar vivir a su querido, simpático y confiado vecino, Carlitos.

Desde la Junta de Castilla y León, que como todas las administraciones blanquean a los escopeteros, inicialmente justificaban que había que cazarlo porque Carlitos era peligroso (y no quiénes se pasean por el monte con un rifle en el brazo sembrando la muerte, en ocasiones incluso de personas a las que, por ejemplo, ¿confunden con jabalíes?).

Con posterioridad a su ejecución, desde esa misma institución han tratado de desacreditar a los vecinos de Linarejos, declarando que la ejecución de Carlitos era un bulo, que el animal seguía vivo, sin siquiera poder acreditarlo y sin que se haya vuelto a ver a Carlitos.

Estas son nuestras administraciones. Independientemente del color político. Todas justifican y permiten la violencia en nuestros campos y montes. Las que se llenan la boca con la “España vaciada”, pero que siguen ignorando a los habitantes de las zonas menos pobladas, que poseen impresionantes recursos para poner en valor y generar riqueza de forma acorde al avance social de este siglo y de este modo evitar que se terminen de despoblar.

Esas administraciones que favorecen a los puñados de individuos que secuestran los espacios naturales y tras pegar cuatro tiros vuelven complacidos a casa, con los cuernos en la mano y el ego satisfecho, dejando atrás una larga sombra de muerte.

Estos días Carlitos ha sido desgraciadamente noticia. Sin embargo lo que le han hecho, no es algo extraordinario. Cada año más de 150.000 ciervos como Carlitos son masacrados en nuestros montes, sin tener un nombre, sin que nadie conozca su trágico final.

Hoy la cabeza de Carlitos estará colgada en alguna pared. La pared de alguien orgulloso de tener el alma negra, el corazón podrido y un comportamiento tan primitivo, que podría perfectamente haber nacido hace miles de años, sin resultar un miembro destacado de la comunidad. Algún cobarde que necesita inflar su ego a costa de sentirse superior a quienes sabe están en situación de desventaja e inferioridad.

Hoy, los habitantes de Linarejos lloran impotentes la masacre de su vecino. Como lo hacemos todas las personas que entendemos que la vida de los demás es algo a respetar y la violencia no debería campar a sus anchas, amparada por quienes nos gobiernan, bajo un traje de camuflaje.

Sin embargo, la muerte de Carlitos no caerá en saco roto. Ha puesto de nuevo de manifiesto qué hacen quienes sienten placer al matar. Cómo roban vidas. Cómo mutilan cuerpos. Cómo se ensañan con inocentes.

Ha puesto en un compromiso a la administración del gobierno de Castilla y León, consciente que aquello que avala no es ético, ni socialmente aceptado. Ha indignado a una sociedad que cada vez tiene mayor consideración hacia los otros animales.

Lo siento mucho Carlitos. Por lo que te han hecho a ti, y les hacen a todos los Carlitos. Sabed que somos cada vez más quienes alzamos la voz por vosotros. Y llegará un día en que quien utilice una escopeta, sea considerado, también por la ley, un criminal.