| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La ministra Teresa Ribera va a decretar un recorte del trasvase del Tajo a la huerta valenciana, murciana y andaluza
La ministra Teresa Ribera va a decretar un recorte del trasvase del Tajo a la huerta valenciana, murciana y andaluza

La nueva guerra del agua o el error estratégico que el PSOE vuelve a cometer

El campo tiene una valor emocional, identitario y cultural que trasciende el meramente económico. La actitud de la ministra supone un desprecio que el PP y Compromís ya han salido a afearle

| H. G. Edición Valencia

La agricultura en la Comunidad Valenciana constituye un sector productivo y, a la vez, un bien emocional y cultural. Además de aportar cítricos, caquis, uvas, granadas, higos y un sinfín más de productos que nutren a la sociedad y que se han convertido en una de las grandes tarjetas de visita a nivel mundial, tiene un valor que trasciende la economía.

Regalar un saco de naranjas valencianas, una botella de horchata con chufa de l´Horta o una de vino de alguna de las cooperativas de Bocopa o de las bodegas de Utiel-Requena refleja una seña de identidad, un motivo de orgullo. A eso se le suma el legado de abuelos o padres que han trabajado la tierra y cuya dedicación y sufrimiento diario en su trabajo está grabado a fuego en la mentalidad de cientos de miles de valencianos cuya tarea actual nada tiene que ver con la agricultura, pero su historia familiar, sí. Porque el campo traspasa con mucho el rango de ámbito laboral: forja el carácter.

 

 

En este contexto, que la vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dé primero plantón a Ximo Puig en una reunión inicial para hablar del trasvase (el Gobierno ultima el decreto para reducir el agua que llegará del Tajo a Alicante, Almería y Murcia) y que luego anuncie, en la visita exprés de la semana siguiente, más o menos que para reforzar las carencias de riego en el campo ya están la desaladoras (esas que llevan décadas vendiéndose como panacea contra la sequía), constituye mucho más que una falta de tacto político. Directamente lo ha vivido el ámbito agrícola como un bofetón moral y económico. 

Más aún con la decisión de Ribera de desplazarse a Castilla-La Mancha, la comunidad que niega el trasvase, para respaldar al presidente manchego y al nacional el mismo día, este lunes, en que desde el Mediterráneo se manifestaban ante su ministerio, donde, claro, ella no estaba.

El Partido Popular y Compromís no han perdido el tiempo en afear esta cuestión al PSPV y oponerse a la postura de la ministra. El PP conoce perfectamente la importancia económica y moral de la agricultura y el valor que el trasvase posee para quienes lo reciben. El origen murciano de su secretario general, Teodoro García-Egea, lo certifica.

 

Por su parte, la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, de Compromís, se ha situado en primera línea de la pancarta -por cierto, con la llamativa ausencia de referentes destacados del socialismo valenciano- que en Madrid este lunes ha reclamado el trasvase. Vox también se ha sumado a la protestas.

En 2009, con lema ´Agua para todos´, el PP, que presidía la Generalitat, logró levantar a gran parte de la sociedad valenciana contra el gobierno central que por entonces dirigía el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, también a cuenta de transvases (en aquel caso, del Ebro). Esas protestas cimentaron la avasalladora mayoría absoluta de Francisco Camps en 2011. Poco después, ese mismo año, Mariano Rajoy, también del PP, se convirtió en presidente del Gobierno.

Ahora quedan, como antes, dos años -en principio- para las elecciones autonómicas, y el problema rebrota. Si en aquella época la sociedad se sumergía en una profunda crisis económica, ahora hace lo propio, con el agravante de la crispación generada por la pandemia. En este contexto, que la ministra Teresa Ribera enarbole un decreto que lleva a una nueva guerra del agua puede resultar, además de una decisión errónea y no suficientemente calibrada, un fallo estratégico de primera magnitud para el PSOE, que parece no haber tomado nota de lo que le costó en el pasado un envite similar.