Pasión por Chile
Chile, cinco mundos en un solo país
De los desiertos del norte a la magia de Rapa Nui, Chile se despliega como un mosaico de cinco mundos. Verónica Pardo, subsecretaria de Turismo de Chile, habla de su país con la pasión de quien lo recorre a diario.

Navegación entre témpanos frente al glaciar Grey, excursión organizada por BigFoot Patagonia.
Escuchar a Verónica Pardo hablar de Chile es como recorrer el país sin pestañear: su voz cambia de ritmo igual que el paisaje, del desierto más seco del mundo al extremo austral, a medida que varía la latitud. Nos encontramos durante la Cumbre Mundial de Turismo de Aventura (ATWS 2025), organizada por la ATTA (Adventure Travel Trade Association) y celebrada este año en Chile, cuyo lema —soul of the water, spirit of the land (alma del agua, espíritu de la tierra)— parecía resonar en cada una de sus palabras.
Desde el primer minuto su entusiasmo me transportó, como si ya estuviera viajando sin moverme del lugar. Las palabras de quien hoy dirige la política turística del país no son solo una descripción, sino un viaje. Por eso, en lugar de reinterpretarlas, prefiero que sea ella quien nos guíe por las cinco macrozonas, de norte a sur. Yo solo iré enlazando sus ideas, para no interrumpir la voz de quien mejor conoce el alma de Chile.

Noche despejada en Río Hurtado, donde las estrellas parecen más cercanas que en ningún otro lugar del mundo.
El Gran Norte: donde las estrellas se dejan tocar
El astroturismo está en auge en esta zona, donde la pureza del cielo convierte cada noche en un espectáculo.
En el Desierto de Atacama, uno de los más áridos del planeta, se encuentran lugares tan sobrecogedores como el Valle de la Luna o los géiseres del Tatio, donde la tierra respira al amanecer. San Pedro de Atacama es el punto de partida de la mayoría de las excursiones y observatorios, como ALMA o Paranal, desde donde los astrónomos miran literalmente al universo. El altiplano y el Salar de Tara ofrecen postales de lagunas turquesas, flamencos y volcanes que rozan los 6.000 metros.

Viñedos del Valle de Casablanca, donde el mar y la niebla dan carácter a blancos y tintos elegantes.
La Zona Central: de la cordillera al mar en dos horas
En esta zona se concentran Santiago y el Valle del Maipo. “Ahí está el 80% de la generación de los vinos”, señala. “Hay más de 500 bodegas con experiencias enoturísticas que hoy día pasan a ser también experiencias gastroenoturísticas o de maridaje”.
Además del Maipo, los valles de Casablanca y Colchagua son nombres que seducen a los amantes del vino y la buena mesa. Santiago, la capital, vibra entre la modernidad y la historia, con barrios como Lastarria o Bellavista, y desde allí, en poco más de una hora, se alcanza Valparaíso: el puerto colorido que mira al Pacífico con sus cerros empinados y ascensores centenarios. Viña del Mar, con sus playas urbanas y jardines frente al mar, completa este triángulo perfecto entre cultura, vino y costa.

Excursión con BirdsChile a los Saltos del Petrohué del P.N. Vicente Pérez Rosales, con vistas al volcán Osorno.
Ríos, Lagos y Volcanes: la naturaleza en movimiento
En esta zona se alzan colosos como el volcán Osorno, con su cono perfecto coronado de nieve, o el Villarrica, aún activo, cuya fumarola se recorta sobre los lagos. Pucón, Puerto Montt y Puerto Varas son las puertas de entrada a un territorio donde la naturaleza está en constante movimiento: bosques nativos, cascadas y aguas termales que brotan al pie de la cordillera. Aquí el visitante puede esquiar en invierno, navegar por el lago Llanquihue, visitar los saltos del río Petrohué o descender en rafting el río Trancura.

Las imponentes Torres del Paine, icono absoluto de la Patagonia chilena y destino soñado de senderistas de todo el mundo.
Patagonia y Antártica: el fin del mundo tiene nombre chileno
También nos cuenta que turistas y locales disfrutan de forma diferente del avistamiento de ballenas: “al verlas, solo aquí divisas al fondo la cordillera, en el estrecho Magallanes, en el extremo sur del mundo”.
La Patagonia chilena es un paisaje de glaciares, ventisqueros y montañas que parecen surgir del agua. En el Parque Nacional Torres del Paine, las cumbres de granito se reflejan en lagos como el Pehoé o el Grey, donde los témpanos flotan lentamente frente al glaciar del mismo nombre. Más al sur, Punta Arenas se asoma al estrecho de Magallanes como la última gran ciudad antes de la Antártida, punto de partida hacia los canales australes y las colonias de pingüinos.

Moáis vigilando el horizonte en Rapa Nui, misteriosos guardianes de piedra frente al Pacífico infinito.
Las Islas: la magia de Rapa Nui, Chiloé y Juan Fernández
Rapa Nui, también conocida como Isla de Pascua, guarda los misteriosos moáis que miran al océano desde la cima de sus colinas. Chiloé, en cambio, respira tradición chilena en cada rincón: en Castro, su capital, los palafitos de colores se reflejan sobre el agua al subir la marea, mientras las iglesias de madera —Patrimonio de la Humanidad— recuerdan la devoción marinera de sus habitantes. Más remota, el archipiélago de Juan Fernández es un santuario natural de flora y fauna endémica que inspiró la novela Robinson Crusoe.
Verónica Pardo habla del turismo con la misma pasión con la que describe su tierra: como un hilo invisible que une el desierto y el hielo, los volcanes y el mar. “El presidente Gabriel Boric me dijo dos cosas que fueron preciosas para mí. Una, el turismo tiene mucho más impacto del que se ve. Dos, detrás de cada proyecto hay gente muy linda, y este país tiene muchos”, confiesa con emoción.
Y entonces entiendo que su frase final no es solo una conclusión, sino una invitación: “Estas son las cinco formas de conocer Chile. Cinco países en uno”.