| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Barcas en Coria del Río (Sevilla). Foto Facebook Turismo Coria.
Barcas en Coria del Río (Sevilla). Foto Facebook Turismo Coria.

El pueblo sevillano hermanado con Japón pero que se parece a Vietnam

Coria del Río simula fusionar culturas pero lo que tiene es una personalidad única con mil caras, igual es marinera que rociera, fabrica sake o pesca en barcas de madera junto a mercantes.

| Manuela Herreros Actualidad

La escapada que proponemos si visitas Sevilla está a tan sólo doce kilómetros de la capital pero te dará la sensación de haber hecho una larga distancia. Nos acercamos a la localidad de Coria del Río, que como su nombre indica está en la orilla del Guadalquivir y su forma de vida es tan peculiar que no deja indiferente a nadie.

Este municipio se encuentra entre grandes poblaciones, porque no sólo la capital hispalense está cerca (25 min. coche), sino que justo en frente, al otro lado del río, se encuentra la ciudad de Dos Hermanas con más de 140.000 habitantes. Nada que ver con Coria, que parece anclada en tiempos pasados y escondida entre los juncos de la ribera, donde flotan los mosquitos en el aire pesado y en el apacible agua diminutas barcas de madera, como si fuera una aldea vietnamita del río Mekong.

La silueta de su casco urbano da la sensación de ser una localidad pequeña por sus casas de baja altura, solo sobrepasadas por la torre de la iglesia, pero cabe tener en cuenta que tiene 30.000 habitantes, está a los pies del único río navegable de España y a sólo 50 kilómetros del océano Atlántico.

Así que el ambiente es familiar y cercano, a la vez que exótico, porque por aquí suceden muchas cosas pequeñas y grandes, lo mismo suelta las redes un pescador apaciblemente (que con un gorro cónico bien se parecería a un  vietnamita), que irrumpe un desproporcionado crucero o mercante por el río.

Y es que Coria es tiene muchas peculiaridades que nos llamarán la atención, porque se asemeja a un pueblo costero de pescadores con paseo en este caso fluvial y se encomienda a la virgen del Carmen protectora de los marineros pero está en el interior. A la vez tiene muy arraigadas otras tradiciones andaluzas y se suma masivamente a la peregrinación del Rocío pero también realiza el ritual de lanzar farolillos de papel al río y fabrica sake japonés.

 

Los contrastes no terminan aquí, porque en Coria, que fue famosa por fabricar caviar con huevas de esturión, ahora se come 'pescaíto frito', pero en las cartas la estrella es el albur (pescado de río) que con adobo se camufla con acierto entre las también típicas 'pavías de bacalao' o 'huevas fritas' (estas del mar). La gastronomía es uno de los puntos a favor de la escapada, porque Coria está llena de bares, restaurantes y quioscos en el parque donde, en un ambiente familiar y a unos precios muy asequibles, podemos degustar la cocina sevillana tradicional y si buscamos un poco también en fusión con Asia, pero no porque ahora esté de moda el sushi, sino porque hay un poderoso y antiguo vínculo con Japón.

Pescado frito en uno de los establecimientos del parque de Coria. Foto: M. Herreros.

Los "Japón"

La increíble historia que ha hermanado para siempre Coria del Río y Japón se remonta al siglo XVII cuando recaló la expedición del diplomático y samurái japonés Hasekura Tsunenaga que desembarcó en Europa tras dar la vuelta al mundo en este punto de Sevilla. Hasekura, el cura-traductor que lo acompañaba y el resto de la compañía perseguían establecer relaciones comerciales con España, pero se trunca su misión y son obligados a regresar. Sin embargo, algunos de los japoneses ya habían decidido quedarse en Coria y el samurái y el cura inventaron dolencias varias para permanecer en este pueblo. Finalmente, muchos se establecieron su residencia de forma definitiva, formando aquí sus propias familias y dejando descendencia.

Los "Japón". Así se apellidan unos 700 corianos tienen orígenes nipones y sus ojos rasgados forman parte de las facciones de algunos de ellos. "Yo soy Japón, pero de primero", me espetó en una ocasión un vecino de la localidad con orgullo, en referencia a su apellido, que en lugar de Tsunenaga se convirtió directamente en "Japón". Así que en el pueblo encontrarás muchas referencias y actividades entorno a este samurái, como una estatua en el parque que recibe la visita de compatriotas que conocen la historia y hasta en alguna ocasión un flautista interpreta piezas de música tradicional.

La barcaza desde hace siglos

Todo esto sucede mientras se produce cada cierto tiempo un trajín digno de ver junto al río, el conocido cruce de la barcaza. Se nota rápidamente su llegada porque la orilla está muy concurrida y se nota cierta impaciencia en los conductores y peatones, esperan la barca que llega desde el lado contrario del río. Pero antes de montarse se produce un desembarco, primero de motoristas que aceleran en cuanto toca la barca toca la rampa y luego el resto. Los demás se suben y vuelta a empezar. 

El origen del cruce de barcas y el oficio de barquero como actividad reglada se remonta al siglo XIII en este lugar estratégico del Guadalquivir, por lo que el ayuntamiento quiere que se declare Bien de Interés Cultural. Además facilita la vida a los vecinos, ya que gran parte de las zonas agrícolas del pueblo se encuentran en el lado opuesto al caso urbano.

En definitiva, un lugar auténtico, animado y que te hace viajar en segundos a Vietnam o Japón, añadiendo sus tradiciones y emocionante pasado donde todos los que llegaron a estas tierras: fenicios, romanos, árabes, vikingos y hasta los japoneses, quisieron quedarse aquí, a un paso de Sevilla.