| 08 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Alcalde de Alicante
Alcalde de Alicante

Sin pena, pero tampoco gloria

Barcala se jubilará dentro de algún decenio más, sin pena, pero también sin gloria de reponer Alicante en el lugar que se merece dentro de una España cuarteada

Era lógico, aunque injusto, que el anterior Gobierno tripartito de la Generalitat Valenciana, compuesto por socialistas, Compromís y podemitas “tutti quanti”, mantuviera viejos agravios comparativos al Sur, y con mayor determinación cicatera respecto a la capital provincial alicantina gobernada por el adverso centroderecha; y para patentizarlo no hay más que repasar la torticera distribución los presupuestos durante su mandato “botánico”.

Es más, si el PP de Mazón, Montesinos, Rovira y particularizando aquí, en Alicante: Barcala, gobernó en principio con el soporte de Ciudadanos, enemigos declarados dels Països Catalans, y por ende de la Generalitat sita en la barcelonesa Plaza Sant Jaume, siempre dándosela de supremacista madre-señora de la Generalitat Valenciana. Ahora, que “juntos, pero no revueltos” con sus disidentes de Vox, los populares gobiernan más anchos porque además han recogido los restos de la desbandada de aquel ítem que fue el partido de Albert Rivera. El PP parte y reparte, manda y obliga con los estigmatizados de Vox. O sea, estirándose hacía la derecha-derecha ya que por el centro escasamente subsistía algún espectro político.

Todas las baterías mediáticas y políticas de la izquierda disparan, venga o no a cuento del artículo, encendido speech o la tertulia, sus obuses contra el PP acusándolo de coaligarse con Vox, como si el partido que fundaran los desilusionados con Fraga, Aznar y compañía, no fueran sino la contemporización a la española de Adolf Hitler, Benito Mussolini y José Antonio Primo de Rivera, y consiguiente elenco dictatorial del siglo XX. Es decir: con la pestilencia fachosa, retardataria y creyentemente postfranquista que nos quiere retrasar a las duras carencias de posguerra civil y al riguroso cumplimiento moral del devocionario tridentino, decolorando a blanco y negro lo colorista y animoso que canta el himno de la ciudad.

He vuelto a leer el resumen ideológico del ideario de Vox, y no encuentro ningún párrafo, siquiera oración, que se salga de los cánones democráticos europeos. Incluso algunos de los partidos homologados en el vademécum constitucional de Bruselas, pongamos por caso en los mal llamados ultraderechistas de Italia, Hungría, Finlandia, Polonia y Letonia, mismamente la supermoderna Suecia de notoria tradición socialdemócrata, gobiernan o cogobiernan en sus respectivos países sin que dejen de fumarse “petas” por la calle, se haya prohibido el aborto voluntario, ni el ultrafeminismo más intolerante, ni mucho menos las asociaciones y manifestaciones LGTB, y un largo etc. de avances (según se mire) conseguidos en la segunda mitad del siglo XX y principios del presente. Son países donde se respira libertad y lo único que se tiene es al nuevo zar ruso: Vladimir Putin.

Volviendo a la “millor terra del món”, muy de vez en cuando hablo con Barcala, cada vez más envanecido de su poder municipal, aunque cada día menos empático de lo que siempre fue, y se le nota algo desentrenado con la oposición, pero entiendo que es más por desidia de un adversario político que, como los búhos: se fijan, pero no entienden, y no le plantan cara en los plenos y en los medios con documentación contrastada y comprobable desde la prosodia inteligente; tal que así se lo comentaba el otro día a Ángel Franco, el viejo líder socialista “siempre vuelto a empezar”, quien me reconoció la necesidad de cambio inmediato de actitudes pachorras en su grupo municipal, pero y también quejándose, a su vez de como sus aliados naturales (desde Compromís a Unides Podem) tampoco andaban muy combativos.

Pero no sólo de la desidia en el adversario político vive el gobernante. Barcala tiene que pedirle, y si me apuran: exigirle, a Carlos Mazón, perfecto conocedor de las carencias de un municipio que todavía debe amazacotar con jardines y grandes espacios lúdicos algunas zonas urbanas separadas por eriales que ni siquiera llegan a solares demarcados; modernizar el mobiliario urbano; completar y extender el Tram, esencialmente con la periferia; ejecución más allá de las promesas de nuevas viviendas a precios asequibles para los mileuristas, estructurar de una vez por todas el eje Alicante Elche, empezando por la mejora del aeropuerto común (doble pista tan necesaria en los vuelos low cost, competitiva terminal de mercancías…) “¿sigo, o me callo?” como diría mi buena amiga Araceli, mesonera oriolana, cuando nos recitaba de memoria la carta de su restaurante porque no sabía leer.

Bastaría con compararnos con capitales limítrofes (Valencia, Albacete, Murcia…) para comprobar la inanición de una actividad que otrora estuviese entre las 10 primeras de España. Y ahora no se puede argumentar la disparidad de criterio partidista entre, pongamos por caso Valencia como capital autonómica y Alicante como capital provincial, cuando, en aquel tiempo pasado que no fue mejor, desde el Cap i Casal se decía que “al enemigo (político) ni el agua”.

Últimamente vienen con que “se estudiará” lo que ya debiera estar ejecutado en el aeropuerto Alicante-Elche (quinto de España en tráfico aéreo), las ramificaciones ferroviarias de corto y largo tramo, incluida la remodelación y puesta al día de las estaciones; los cursos y reconversiones para desempleados; el control de migrantes (muchos subsahariano llega desde Orán y nos utiliza como puente hacia el norte de Europa donde la cosa está más vigilada) … Aunque, sería injusto no reconocerlo, tiene el lado positivo de compensar nuestros bajos índices de natalidad autóctona, y el día de mañana serán tan alicantinos como aquellos mesetarios que vinieron en los años 60 huyendo de la penuria agrícola para acoplarse al boom turístico.

Desde entonces, la España de la transformación, aunque en infeliz y odiosa dictadura, hubo un par de grandes alcaldes como Agatángelo Soler, con su paseo de la Explanada y los extravagantes rascacielos de la Albufera; Lassaletta y el amazacotamiento de la ciudad integrando los barrios extramuros con su controvertido PGOU; apenas recordamos los parches con pequeñas obrillas del resto de munícipes, y al paso que va, y que, no acortándolo los socialistas en próximas convocatorias, Barcala se jubilará dentro de algún decenio más, sin pena, pero también sin gloria de reponer Alicante en el lugar que se merece dentro de una España cuarteada por quienes tanto nos piden y poco dan aparte del desprecio.