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Impacto en Zarzuela: la postura de las Infantas Elena y Cristina con el Emérito en plena guerra

Las dos hijas de Don Juan Carlos esta vez han optado por una posición que ha sorprendido a su padre. En la Casa Real se agradece. pero existe cierta desconfianza.

Las Infantas Elena y Cristina, el pasado 5 de octubre en Torrejón de Ardoz.

Las Infantas Elena y Cristina, el pasado 5 de octubre en Torrejón de Ardoz.Europa Press

David Lozano
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En medio del terremoto que ha vuelto a sacudir a la Casa Real, las Infantas Elena y Cristina han optado por el silencio. Un silencio prudente, casi diplomático, que se ha convertido en su mejor arma para sobrevivir a la tormenta que enfrenta —una vez más— a su padre, Don Juan Carlos, con su hermano, el Rey Felipe VI.

Mientras el Emérito sigue acumulando titulares por sus declaraciones en las que arremetía sin matices contra la Reina Letizia, y trasciende (según les contamos en exclusiva en ESdiario) que Leonor y Sofía han roto cualquier lazo con su abuelo en defensa de su madre, las hijas mayores del Rey Juan Carlos y la Reina Sofía han elegido mantenerse leales al padre, pero respetuosas con el monarca.

Fuentes cercanas al entorno de las Infantas aseguran que “ven normales las declaraciones del Emérito”, aunque son conscientes de que Felipe VI debe proteger la institución y marcar distancia. “No quieren enfrentamientos, solo preservar la paz familiar”, confirman a ESdiario.

Su papel, discreto pero firme, es el de puente emocional entre los dos polos que dividen hoy a la familia de Don Felipe. Elena y Cristina mantienen contacto con ambos lados, tratan de rebajar tensiones y evitar que el desencuentro se transforme en una ruptura irreversible. Ellas conocen mejor que nadie el carácter de su padre, pero también entienden la carga que soporta su hermano.

Sin embargo, la grieta es profunda. En Zarzuela se percibe que Felipe VI se siente traicionado, convencido de que Don Juan Carlos ha cruzado líneas que ponen en riesgo la imagen de la monarquía. No solo por sus declaraciones sobre Letizia —que han generado un profundo malestar—, sino también por el tono de revancha personal que impregna sus últimas apariciones públicas.

Frente a ello, Elena y Cristina actúan como guardianas del vínculo familiar, intentando rescatar lo poco que queda de unidad. No hacen ruido, no conceden entrevistas, y rara vez se pronuncian más allá de su círculo íntimo. Pero su presencia —sutil, constante— sirve para que el puente entre padre e hijo no se derrumbe del todo.

Las dos hermanas, que viven sus vidas lejos del foco mediático pero siempre bajo la sombra del apellido Borbón, han elegido la lealtad afectiva por encima de la estrategia institucional. Saben que sin su discreta intervención, el distanciamiento entre Felipe y su padre sería total.

En el fondo, el papel de las Infantas revela la fractura emocional de una monarquía que intenta sobrevivir a su propia historia. Felipe VI, decidido a proteger la Corona a cualquier precio; Don Juan Carlos, reivindicando un legado que considera injustamente silenciado; y Letizia, convertida en la figura que marca el presente y el futuro de la institución. En medio de todos ellos, Elena y Cristina intentando que, al menos, quede en pie algo de lo que fue una familia.

La Casa Real, que en apariencia guarda compostura, vive en realidad un clima de desconfianza y distancias calculadas. Y aunque el Palacio de la Zarzuela no ha hecho comentario alguno, lo cierto es que el deterioro en las relaciones es evidente.

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