El Barcelona tritura al Real Madrid de todas las maneras y destroza la bacalá del Septete
Exhibición azulgrana en la presión, al toque, a la contra y defendiendo en bloque bajo ante un rival inoperante. Descomunal Raphinha y el planteamiento de Flick. Los de Ancelotti, vagos y blandos

Los jugadores del Barcelona celebran uno de sus goles al Madrid
No, el Real Madrid no ganará esa chorrada llamada 'Septete', la trampa en la que han caído un buen puñado de seguidores madridistas. El Barcelona le arrebató a los blancos la Supercopa tras triturar a un blandérrimo equipo blanco en Yeda, así que ya no podrá sumar siete títulos en la misma temporada. Al seguidor blanco clásico le da igual: quiere Liga y Champions y el resto que se repartan las migajas. A la directiva, también: ellos quieren el Mundial de Clubes, su nueva obsesión. Pero la derrota árabe, con una exhibición descomunal del Barcelona ante un rival tembloroso y rematadamente vago, fue escandalosa. El resultado fue 2-5, pero la humillación pudo ser mucho mayor.
Desde el pitido inicial, el Barcelona fue infinitamente superior. En la primera jugada del partido, Courtois se tuvo que vestir de Santo (perdón, Casillas) para sacar milagrosamente un remate de Lamine Yamal. Dos minutos después, tuvo que volver a intervenir para evitar el gol de Raphinha, pero se adelantó el Madrid, en una galopada de Mbappé que el francés culminó con el 1-0. Un islote entre el mar de fútbol azulgrana.
Porque el Barcelona era una trituradora. Masacró al Madrid primero con la seña de identidad de Flick, presionando arriba. Así marcó el 1-1 y el 1-2, goles de Yamal y de Lewandowski de penalti: machando la pésima salida de balón de la defensa blanca, con un Tchouameni desesperante, y plantándose en el área blanca.
Luego, con el marcador a favor, decidió comerse al eterno rival con la receta clásica: al toque. Tic, tac, toc, Valverde y Camavinga, los dos únicos centrocampistas blancos, masacrados entre Casadó, Pedri y Gavi. La absolutamente sorprendente falta de intensidad y carácter de los blancos, salvo en Bellingham y Valverde, hizo el resto: Raphinha, un demonio, hizo el 1-3.
Y en la última jugada del alargue del primer tiempo, un córner a favor de los blancos... el Barcelona le hizo al Madrid la que el Madrid le ha hecho siempre al Barça, golazo a la contra mientras medio equipo blanco aún andaba preguntándose qué estaba pasando. Balde anotó el 1-4. Y nada más comenzar el segundo tiempo, con el Madrid a calzón quitado, con Rodrygo estrellándose contra el palo... otra vez Raphina castigó la infinita blandura blanca para hacer el 1-5. Eso era un chorreo.
Ni contra diez
Al Madrid se le apareció la Virgen cuando Szczesny fue expusado por derribar a Mbappé fuera del área y Rodrygo metió en la jaula la falta posterior, tras error grave del otro portero azulgrana, Iñaki Peña. Era 2-5 y en esas ocasiones de repente el Madrid empieza a creer, pero resulta hartante que solo lo haga cuando lleva dos banderillas negras prendidas del lomo.
Pero nada más lejos de la realidad. Ancelotti tiró de Modric, de Ceballos, de Brahim, de Fran García, ¡hasta del chaval Asencio! Pero daba igual: no sabían que hacer en superioridad contra un Barcelona que, también, se plantó en bloque bajo y no sufrió lo más mínimo. El partido murió entre el tedio después del soberano repaso azulgrana. La Supercopa es del Barça y el Septete no será del Real Madrid. Y la moral, ahora mismo, tampoco: nueve goles encajados en dos partidos ante los azulgrana. Por cierto, jugó Dani Olmo: y el indultado tuvo un impacto mínimo.