A la falta de vacunas y los galopantes retrasos, se le suma la bochornosa gestión del caso de AstraZeneca y la falta de criterio con Sputnik. Ha llegado la hora de decir basta.
Solo unas horas después de que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) avalara con tibieza el uso de la vacuna de AstraZeneca, pese a reconocer posibles efectos secundarios en forma de trombos, el Gobierno de España decidió suspender su administración en menores de 60 años y, poco después, limitarla para la franja de 60 a 69 años.
Para empezar, la decisión deja en el limbo a los dos millones de personas que han recibido la primera dosis, básicamente empleados públicos de menos de 55 años y algunos de menos de 65 incluidos en las dos últimas semanas cuando Sanidad amplió hasta esa edad.
Y para rematar el despropósito, el departamento de Carolina Darias no ha decidido si les completará la pauta, les dejará solo con la primera o les administrará otra marca alternativa para concluir el tratamiento: todo dependerá, al parecer, de otra reunión del Consejo Interterritorial, utilizado más más repartir responsabilidades que para adoptar decisiones sensatas y rápidas.
La gestión europea y española de las vacunas es un desastre, y el episodio de AstraZeneca lo remata
La suspensión de AstraZeneca, total, parcial, temporal o incluso definitiva; es más política que científica, y más nacional que europea: Bruselas ha instado a los 27 a tomar medidas conjuntas para evitar la confusión de la ciudadanía, ya extrema. Y la EMA ha avalado la vacuna, considerando que los beneficios demostrados son infinitamente superiores a los posibles efectos secundarios.
Entre Europa y el Reino Unido se han detectado 62 casos de trombosis en senos venosos cerebrales y 22 de trombosis de venas esplácnicas, de los que 18 fallecieron, en más de 25 millones de personas vacunadas en el continente y otros 9 en las islas británicas: la probabilidad es estadísticamente inapreciable, pero el miedo generado es real y masivo y por supuesto cuenta.
La decisión del Gobierno, barnizada con el respaldo del Comité Interterritorial y adelantada unilateralmente por Castilla y León, produce un inevitable temor en los posibles receptores: ya nadie se va a poner esa vacuna con la tranquilidad exigible y pueden sucederse los casos de rechazo voluntario a cualquier edad.
La confusión generada por el propio Ejecutivo, que este mismo lunes incluso llegó a sugerir que AstraZeneca se aplicaría también a los mayores de 65, es inaceptable. Y pone de nuevo en entredicho el calendario de vacunación presentado de por Pedro Sánchez hace dos días: entre los retrasos de Pfizer o Moderna; las dudas de Oxford, las limitaciones de Janssen y el veto actual a Sputnik, parece muy difícil cumplir, una vez más, las previsiones. En un asunto a vida o muerte.