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LA MIRILLA

Sánchez ha matado a Franco

Pedro Sánchez, este miércoles, durante el acto 'España en Libertad'.

Pedro Sánchez, este miércoles, durante el acto 'España en Libertad'.Europa Press

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Empieza la legislatura de la muerte de Franco. Pedro Sánchez se encargó ayer miércoles de darle pomposa salida. Es excitante. Viví dieciocho años de franquismo. Pero, estúpido de mi, no vi lo infeliz que fui. Incluso algún día me reí. Menos mal, gracias a este presidente, voy a poder conmemorar la muerte de mis enormes desdichas cincuenta años después. 

La verdad, desde aquel 20 de noviembre de 1975, fecha de la muerte de Francisco Franco, no ha habido un día en mi vida que al levantarme no me preguntase el motivo por el que no celebrábamos que ya estaba enterrado. Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy han sido los culpables durante casi medio siglo de esa largo infortunio mío y de millones de españoles. Ahora, gracias a Pedro, podemos despertarnos satisfechos sabiendo seguros que, ¡por fin!, Franco ha muerto. 

Han tenido que ser aquellos que no vivieron el franquismo quienes nos cuenten, tantos años después, nuestra historia, esa que hicimos día a día sin ver lo que hacíamos. Pobres de nosotros, incultos, sin casas, mendigando, sin médicos, sin poder ir a colegios ni a la universidad… Si hasta la televisión era en blanco y negro entonces.

Gracias a Sánchez cerramos una brecha que evitaba que los españoles pudiésemos abrazarnos y brindar juntos en las fiestas desde hace más de ochenta años. No, la Constitución de 1978 no fue la confirmación de un apretón de manos que nos dimos los españoles muchísimos años antes, olvidando una guerra civil que enfrentó a hermanos. Recuerdo que cuando salía a jugar a la calle, de niño, antes de hacer los equipos de futbol, preguntábamos quiénes éramos republicanos y nacionales, para hacer dos bandos bien diferenciados, no fuese a ser que nos mezclásemos. Nunca los hijos de los “azules” saludábamos a los de los “rojos”. Y viceversa. En las casas, en las fiestas familiares, una habitación la ocupaban los que lucharon por la República y los otros los que se levantaron contra ella. Y yo era tan infantil que nunca me di cuenta de ello. 

Pues bien, toda esa pesadilla ha terminado. En España ya no se prohíbe pisar el césped ni cantar en los bares gracias a Sánchez. La policía no va a vestir más de gris. Ya era hora que llegase un líder verdadero que haya decidido acabar con la segregación de los españoles por bandos guerracivilistas. La próxima Navidad en casa podremos sentarnos todos juntos en la misma mesa. Sánchez ha decretado de una vez el fin de Franco y sus secuelas. Eso sí, advirtiendo que puede volver. ¡Viva Pedro Sánchez!

A. M. BEAUMONT

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