La mirilla
Los apestosos escándalos de Sánchez que no pueden eliminarse

(Foto de ARCHIVO) El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, en la sede del PSOE.
Borrar los mensajes de watsapp y cambiar de teléfono está de moda entre la gente que rodea a Pedro Sánchez. Lo ha hecho el Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, al igual que la mano derecha del hoy ministro Óscar López, la que era entonces jefa de gabinete del jefe de gabinete (López) del presidente del Gobierno en La Moncloa, Pilar Sánchez-Acera.
Igualmente, es costumbre monclovita, padecer amnesia. Ante el Tribunal Supremo ni García Ortiz ni Sánchez-Acera recordaron quién les mandó el mensaje con datos privados del novio de Isabel Díaz Ayuso que se reenviaron al entonces líder del PSOE de Madrid, Juan Lobato, para que los utilizase contra la presidenta de Madrid.
Si el asunto no fuese tan grave (se trata de una operación ilegal e inmoral utilizando los poderes del Estado contra un rival político) podría decirse que es de chiste, inclusive, grotesco, que da vergüenza ajena en las manos políticas en las que estamos… Pero, no. La cosa es peor. Mucho más. Hablamos de utilizar tácticas criminales, sirviéndose de resortes que deben estar al servicio de todos los ciudadanos, para pervertir lo que los votos han otorgado. Es decir, estamos ante la depravación de la democracia en grado mayor. Inaceptable. Incomprensible y, desde luego, algo que debe ser extirpado en una sociedad moderna que respeta las leyes.
Este Gobierno huele mal. Y no me refiero sólo a que hoy por primera vez los filoetarras de Bildu hayan pisado el despacho de Sánchez. Se olfatee por donde se quiera, el tufo sanchista es escandaloso. Koldo, Ábalos, Jésica y otras chicas de compañía contratadas por empresas públicas sin que tuvieran que trabajar en otra cosa que en dar placer al ministro; Begoña Gómez y su asesora pagada con dinero de todos para dar servicio privado a la esposa del presidente. El hermano del mandamás de La Moncloa, contratado por una administración sin que supiese, si quiera, dónde era el lugar de su trabajo; el ministro, Ángel Víctor Torres y los pisos de Aldama para sus encuentros íntimos con señoritas; Francina Armengol y los “apaños” de mascarillas en plena pandemia siendo presidenta de Baleares; el fiscal general y Sánchez-Acera, en fin, un suma y sigue que así de corrido hace que nos tapemos la boca y la nariz para mitigar la peste. A.M.BEAUMONT