| 30 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Soldados de Israel a bordo de un camión cerca de la frontera de Gaza.
Soldados de Israel a bordo de un camión cerca de la frontera de Gaza.

A Israel no le queda otra: tiene que atacar

Desgraciadamente, Israel se ve obligada a “buscar en la guarida” y destruir las capacidades enemigas de raíz antes de que su crecimiento complique aún más la defensa de sus ciudadanos.

| Alberto Alonso Opinión

Esta última semana hemos asistido boquiabiertos al espeluznante catálogo de los horrores que Hamás nos tenía reservado en territorio israelí. Una razia medieval sin objetivo estratégico alguno, perpetrada para asesinar, brutalizar y secuestrar al mayor número de personas al otro lado de la frontera. Seguimos expuestos cada día el pestilente goteo de brutalidades que se van descubriendo: niños ejecutados delante de sus padres, violaciones a jóvenes, bebés asesinados en sus cunas, linchamientos grupales, personas quemadas vivas…

El contraataque de Israel será duro. No puede ser de otra manera. Su política de contención sustentada en la protección tecnológica de su sistema antimisiles Iron Dome (“Cúpula de Hierro”) se ha visto claramente superada por un Hamás cada vez más adiestrado, moderno y equipado. Los avances en dronería, sensorización o detección robotizada pueden ser efectivos durante un tiempo pero, como se ha demostrado, no suponen una salvaguarda perpetua. Será cuestión de tiempo que Hamás o cualquier otro grupo fanático supere cuantos recursos defensivos puedan desarrollarse.

 

Desgraciadamente, Israel se ve obligada a “buscar en la guarida” y destruir las capacidades enemigas de raíz antes de que su crecimiento complique aún más la defensa de sus ciudadanos. Por otra parte, Israel debe responder firme y contundentemente para preservar uno de sus más preciados recursos: la disuasión. Tanto Hezbolá como cualquier otro grupo o nación anti-israelí debe tener siempre presente que Israel reaccionará rápida y enérgicamente ante cualquier ataque dejando claro a sus agresores que lo perdido nunca compensará lo ganado.

El ejército israelí se propone destruir cuantos más almacenes de munición, plataformas de cohetes, túneles, búnkeres… y, por supuesto, militantes de Hamás pueda.  Dada la dimensión del ataque, Israel eliminará un gran número de dirigentes del grupo terrorista dentro y, en la medida de lo posible, fuera de Gaza con gran publicidad. Los líderes terroristas residentes en bonitas villas cataríes deberían inquietarse a pesar de la protección del emir porque Israel no perderá la ocasión de enviar un claro mensaje a través de su muerte.

Por último, la sociedad israelí exige un escarmiento a la altura de la afrenta. Cualquier otra respuesta sería interpretada como la incapacidad ofensiva de un Gobierno puesto en duda desde hace meses que se sumaría a la ineficacia defensiva mostrada el día de los ataques. La natural demanda social de revancha debe satisfacerse para vengar a los muertos y resarcir la vergonzosa inoperancia del sábado pasado.

Vehículo con soldados de Israel cerca de la frontera de Gaza.

 

Todas estas circunstancias obligan a Israel a contratacar enviando tropas a la Franja. Hamás, por supuesto, conoce este guion y sabe cual será el siguiente capítulo: el sufrimiento televisado, viralizado, de la población civil de la Franja. Desgraciadamente, veremos heridos, cadáveres y funerales. La desagradable consecuencia del ataque israelí sobre territorio palestino. El sufrimiento de su propia gente será la palanca para que las sociedades árabes impidan cualquier acercamiento a Israel. Arabia Saudí y otros países musulmanes se cuidarán de mostrarse cercanos a los judíos. Su adhesión a los Acuerdos de Abraham, que reconocen el derecho de Israel a existir y promueven su colaboración diplomática, política y económica, se congelará.

Por su parte, la población occidental condenará el horroroso espectáculo y se verá obligada a destinar más recursos económicos al proto-estado gazarí para paliar el desastre humanitario que se avecina. Hamás cobrará la relevancia perdida en los últimos años y justificará su existencia a pesar del desastre que su gestión ha supuesto para los palestinos de Gaza durante los últimos 18 años de dictadura: tasa de paro superior al 50%, economía dependiente de ayuda extranjera, deficiencias en estructuras básicas…

La tragedia que va a vivir la población de Gaza en los próximos meses por muy indeseable que sea  -que lo es y mucho- fue inevitable desde el momento en el que el primer terrorista pisó suelo israelí aquel sábado sangriento.