| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Inés Arrimadas
Inés Arrimadas

¿Dónde está Ciudadanos?

La autora reflexiona sobre el futuro del partido, la necesidad de cambios y revulsivos y las razones de su debilidad en pleno debate interno sobre el rumbo que debe tomar.

| Beatriz Antelo Opinión

 

Mayo de 2018. El barómetro de Metroscopia coloca a Ciudadanos como la primera fuerza política de España con el 29,1% de intención de voto. Le sigue Unidos Podemos con el 19,8% y después PP y PSOE con poco más de 19%. Marzo de 2021: los diferentes estudios de opinión publicados recientemente le dan a Ciudadanos entre 4,3% y 9,2%.

Si repasamos las gráficas de la evolución de voto, tanto en resultados de los diferentes procesos electorales como los análisis demoscópicos, se observa que lo de Ciudadanos no ha sido ni está siendo una caída brusca del cielo al infierno, sino que estamos frente a una tendencia de pendiente continua y progresiva desde hace casi tres años.

Por tanto para hacer un análisis válido y tener un diagnóstico realista no podemos fijarnos en los titulares de las grandes debacles electorales de las Elecciones Generales de noviembre de 2018 (de 57 a 10 diputados) o de las Catalanas de hace un menos de un mes (de 36 a 6 diputados). Poner el foco en esos dos momentos no sólo sería sesgado sino que, además, explicaría sólo en parte la senda de levedad política en la que ha entrado la formación naranja.

 

La verdad está en el largo plazo. Porque a este hecho incontrovertible hay que ponerle al lado otro sorprendente: Inés Arrimadas es la más valorada de los líderes políticos españoles.

No caeremos en la trampa para ingenuos de pensar que una buena valoración de un líder político es sinónimo de pujanza electoral y de buenos resultados. Casi casi la correlación es inversa, apuntando a un menor conocimiento o a un conocimiento limitado a los fieles de una formación política.

Para muestra, un botón: Abascal es el político peor valorado de España que obtendría un gran resultado electoral si hubiera elecciones en este momento.

Por tanto el debate sobre el futuro de Ciudadanos tiene que hacerse desde otra perspectiva. Lo que determina la confianza del electorado en un partido político es un compuesto complejo de múltiples ingredientes que podemos resumir en cuatro factores: Liderazgo, Contenidos (programa), Organización (unidad) y Marca (comunicación).

Esto no se parece en nada a lo de antes. Ciudadanos se ha instalado en la levedad. Insoportable para muchos de sus afiliados y cuadros políticos.

Y lo cierto es que ya en 2016 se barruntaba dentro de la formación de Rivera un futuro incierto que ahora puede colocar al partido de Arrimadas en la posición de no tener ningún futuro. El informe elaborado tras las Elecciones Generales del 20D sobre la estrategia de posicionamiento en la campaña electoral ya avanzaba una serie de problemas que, lejos de corregirse, han ido agravándose con el tiempo.

En ese informe se hablaba de falta de estructura y, por tanto, de coordinación entre los niveles territoriales y nacionales de la organización. Que Ciudadanos era y es un partido necesario, no hay duda. Que era un “gigante con los pies de barro”, tampoco.

Una estructura de poder nacional debilitada que quiere aplicar férreamente su proyecto político, se encuentra con un enorme vacío organizacional, una falta de alineamiento de los lideres territoriales, llevados a su vez por las diferentes olas autonómicas o provinciales, que a su vez los desconectan del nivel más valioso en las estrategias de consolidación electoral: los municipios, los pueblos y ciudades, que es donde la política tiene cara y ojos.

Por más que haya quedado en los anales de la comunicación política la campaña de Obama de 2008 por su aplicación de la minería de datos y las redes sociales, no podemos olvidar que esa campaña fue la que más “calle” hizo el Partido Demócrata, la que más conectó a los líderes locales con el espíritu del “Yes, we can”. Quien se olvida de que para ser un partido importante lo tiene que ser tanto de abajo a arriba como de arriba abajo, está condenado al fracaso. O a la irrelevancia.

El desánimo

A la desorganización nacional de Ciudadanos se le suman ahora, como al perro flaco, otros problemas asociados: por ejemplo, el desánimo de la militancia, el desconcierto por la falta de reacción, el sentimiento de falta de liderazgo, la sensación de no ser ya un partido útil como balanza entre derecha e izquierda, los “fichajes estrella” de independientes que no representan a las bases y en los que las bases no se reconocen… que Ciudadanos necesita una terapia de choque, un reset o una actualización de su sistema operativo es en estos momentos una cuestión de supervivencia.

La OPA hostil y descarada que está haciendo el PP al partido de Arrimadas, ya está en marcha. El PP sabe que el último año su espacio tendrá que pelearlo con VOX, por lo que intenta acabar cuanto antes con Ciudadanos.

Quien se olvida de que para ser un partido importante lo tiene que ser tanto de abajo a arriba como de arriba abajo, está condenado al fracaso. O a la irrelevancia

Promover sin vergüenza la defección de cargos orgánicos relevantes de Ciudadanos también es corrupción de la política. Su aliento al transfuguismo interesado no deja de ser consistente con un partido al que no le ha importado “comprar” elecciones con tramas opacas de influencia entre empresas y administraciones, como han establecido diversas sentencias judiciales firmes.

Que no haya Comunicación en Ciudadanos, no es en realidad un problema. Es lo normal en organizaciones que tienen poco que decir. Y su poca eficacia a la hora de explicar sus políticas, sus propuestas o sus decisiones, no hace sino revelar la ausencia de una Organización fuerte, porque la falta de coordinación o de dirección estratégica de la comunicación es la consecuencia de una debilidad “cultural” como partido. 

 

La sensación que transmiten en privado los líderes políticos de todos los ámbitos territoriales de Ciudadanos es coincidente: vacío de poder, abandono y falta de organización. Una organización que en la etapa de Albert Rivera fue lo mejor y lo peor del Partido, dicen.

A pesar de las numerosas críticas que se recibían por el rigor manu militari de esa secretaría, coinciden en que al menos existía criterio y alguien a quien dirigirse. Había alguien a quien atribuir los éxitos y también a quien responsabilizar por los fracasos.

Cuando había criterio y jerarquía

Había jerarquía democrática, respeto y lealtad orgánica detrás de un proyecto compartido. Y cuando el fracaso de esa organización alcanzó a Ciudadanos, hubo la necesaria, leal e higiénicamente democrática asunción de responsabilidades. 

Desde luego esa no es la sensación que transmiten ahora: esto no se parece en nada a lo de antes. Ciudadanos se ha instalado en la levedad. Insoportable para muchos de sus afiliados y cuadros políticos. La Organización es un apunte en un organigrama. No hay auctoritas, no hay potestas.

Ciudadanos está herido pero no muerto. Tiene que ser capaz de regenerarse y para ello tiene que volver a sus orígenes, tiene que reencontrarse con los valores que lo hicieron el primer partido de España: liderazgo, programa y organización