Peñafiel hace polvo la imagen de Sofía con las "compensaciones" por su silencio

A vueltas con el Rey Juan Carlos, su "destierro" y el debate sobre su posible regreso a España este fin de semana Jaime Peñafiel volvió a la carga con los Eméritos en su columna de LOC y la que peor parada salió esta vez fue la Reina Sofía.

Reconoce, eso sí, el periodista especializado en Casa Real, que la historia de Don Juan Carlos es un "folletín en toda regla", una "historia por entregas" que presenta "sucesos dramáticos y emocionantes, a menudo poco verosímiles, con incongruencias en la escabrosa conducta amorosa del protagonista".

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En cuanto a los protagonistas de esta historia, hay un poco de todo, "el hijo que le expulsó de la casa, la nuera, el presidente del Gobierno, la fiscal general del Estado, los jueces ingleses y, por supuesto.... la amante. Todo dios menos la sufridora y coronada esposa", ironiza Peñafiel en referencia a Doña Sofía recalcando que lo más llama la atención de todo es el "silencio" de la "persona, se supone más afectada, por ser todavía la sufridora esposa".

Más aún, asegura que "de ella solo se sabe que el dramático día que su esposo era expulsado de Zarzuela y de España por su hijo y por el presidente del Gobierno, a ella se la vio de compras en El Corte Inglés".

Se queja Peñafiel de que a Doña Sofía no se le ha escuchado nunca quejarse de su complicada relación matrimonial, a diferencia de la reina Isabel de Inglaterra que, cuando le vinieron con el cuento de que su marido la engañaba, contestó con "una inteligentísima frase": "A mi marido yo no le pido fidelidad, sino lealtad".

Peñafiel reconoce cuando la Reina Sofía respondió con dignidad a Don Juan Carlos

Eso sí, le reconoce a la Emérita que en una ocasión supo responder con cierta dignidad a su marido en una pelea: "Ódiame, pero fastídiate, que no te puedes divorciar".

Concluye que "la vida de la Reina emérita no ha sido ni es lo que se dice una existencia plenamente feliz. Como su antecesora, Victoria Eugenia, se trata de una mujer leal hasta el final y, también como ella, reconoce, con su comportamiento, que es el precio que debe pagar por otras "compensaciones" que yo no conozco. Pero ¡a qué precio!".