| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Elche 1 - Real Madrid 2: Hazard, Isco y el tratamiento blanqueador

El equipo de Ancelotti estará mañana en el sorteo de cuartos de la Copa después de una meritoria remontada con diez, con goles de Isco y de Hazard, después de que Marcelo fuera expulsado.

| Miguel Queipo Deportes

Isco y Hazard como goleadores. Con Marcelo expulsado. Con un árbitro indigno de llevar silbato. Con el marcador en contra (1-0). En el segundo tiempo de una prórroga. El Real Madrid sigue haciendo lo que mejor sabe hacer, su cántico del «hasta el final», un tratamiento blanqueador a todas las competiciones que desespera a sus rivales, descompone a los antimadridistas y hace sonreír de manera isabelpantojera a sus aficionados. 1-2 en Elche, en una agonía, menuda remontada, y a cuartos.

Que en los últimos tiempos para el Real Madrid la Copa es una especie de torneo amistoso entre semana, mientras vuelve la Champions, es un hecho palpable que no pueden siquiera desenfocar aquellos títulos ante el Barcelona en Valencia. Pasear por España, conocer sitios chulos (a parte de los alrededores del Metropolitano y del Camp Nou, ¿dónde no hay sitios chulos en España?) en los que la afición local se vuelve loca con los blancos en una especie de gira veraniega en pleno enero, como eran antaño los trofeos veraniegos. Pero intensidad, poquita. Si se gana bien pero si no, eso que nos quitamos de encima, viene a decir el lenguaje no verbal (llámese intensidad) de los madridistas.

En Elche, el equipo apareció mucho más desenchufado que el Elche. Y aunque eso sólo le sirvió a los ilicitanos para igualar la cosa, las ocasiones caían de su lado. El costado de Marcelo era el más percutido por el cuadro local, mientras Guido Carrillo opositaba a convertirse en el futbolista que más ocasiones falló en un partido, incluyendo un remate a bocajarro en área pequeña y sin oposición que estampó contra el larguero cuando lo complicado era rascar madera.

El Real Madrid era un espectro, porque ni Valverde es Modric (obvio, nadie es como el croata) ni Camavinga, ni Casemiro. El francés es un bigardo imponente, pero, como le sucedió a Vinicius en sus inicios, aún juega a una sola velocidad, la de bajar cuestas como los chinos de Humor Amarillo, a toda pastilla. Al brasileño, ahora imperial en sus aportaciones, le costó dos años entender que cuando asumiera la pausa a su electricidad, durante ese periodo de tiempo podría pensar, elegir mejor y por tanto ser mucho más dañino y efectivo.

Camavinga, con una prestancia muy difícil de igualar por su exhuberante físico, hace todo como si se le estuvieran quemando las lentejas. «Que se me queman, que se me queman», arrollando con todo mientras corretea por el pasillo derribando al Imperio Otomano por el camino si hace falta pero abriendo la puerta del baño en vez de la de la cocina. Pausa, Eduardo. Pausa, algo que se aprende y aprenderá. Cuando la tenga, menudo futbolista tendrá el equipo madridista.

Curiosamente, pero como solía ser habitual hace unos años, el Madrid comenzó a tener más presencia ofensiva gracias a Marcelo, que espabiló con ese desequilibrio tan suyo que no teniendo parangón, imprevisible e invisible para el rival. Lo que te quita en defensa te lo da en ataque y multiplicado siempre por un diferencial favorable. Un jugadón suyo terrorífico, destrozando a Josan con caño incluido, la marró un Rodrygo que estaba absolutamente desenchufado del partido. Y un buen pase filtrado suyo lo perdonó Vinicius. El crecimiento del primer capitán del Real Madrid impulsó a su equipo, que en el tramo final del primer acto sacó pecho tras la siesta inicial.

El segundo acto comenzó como acabó el primero, con Marcelo con mucha incidencia y, además, el Madrid agradeció el despertar de Rodrygo. Es curioso lo del brasileño: es un jugador fabuloso, pero a veces se desconecta tanto que es complicado defenderle. Y cuando comienza a desesperarte, se saca un par de conejos de la chistera y te vuelve a encandilar. Tiene clase, mucha. Tiene gol, mucho. Y sólo le hace falta desayunarse unos callos bien picantes para que se le active el motor con el calorcito.

Quien no aparecía era Jovic. Lento, empeñado en ser delantero de área pequeña y poco más. No ayudaba en la distribución en la frontal, amagaba desmarques pero no iba a ellos… Pero el Madrid mandaba, sin demasiadas ocasiones y pese a que el elche resistía. Sin que Werner tuviera que intervenir, además, pero la presión blanca era cada vez más intensa.

Ancelotti se dio cuenta de que el equipo necesitaba la fluidez en el medio de Modric y el trabajo organizado de Casemiro y retiró a Valverde y Camavinga. Había llegado el momento de ir a por el partido, quedaban veinte minutos. Demasiado poco. El partido se enmarañó, también por el pésimo arbitraje de Figueroa Vázquez, y apenas se pudo contar un chut a puerta desviado por Werner de Casemiro y un disparo blandito de Vinicius tras taconazo de Vinicius. Así que la prórroga fue inevitable.


Expulsión de Marcelo

Hazard y Ceballos refrescaron al equipo blanco, que hace una semana jugaba una prórroga en Arabia ante el Barcelona, buscando una fluidez que no llegaba. Pero todo fue un desastre. Casemiro tuvo la primera, pero luego, con la condescendencia de un árbitro absolutamente lamentable, el Elche dispuso de dos, de falta. La primera la detuvo Lunin. No así la segunda, en una jugada en la que Marcelo fue expulsado por tocar balón y sin ser último hombre tras una pérdida de Isco que era para ponerle en la frontera, que diría Relaño. Verdú disparó, rebotó en la barrera, volvió a disparar, rebotó en Ceballos y para dentro. 1-0 con el final del primera acto de la prórroga y con el Madrid diezmado. O nueveado, porque además de no tener a Marcelo a Isco parecía que no se le podía contar.

 


Pero vaya si se le contó. Porque hizo el empate, el 1-1, nada más reanudarse el juego, aprovechando en área pequeña un disparo de Ceballos y la posición que le habilitaba un Diego González que había incomprensiblemente ido a perseguir a Alaba hasta la línea de cal. Isco, no podía ser otro, después de lo que estaba haciendo. Y tras disparo de Ceballos, en quien rebotó el balón del 1-1. Las leyes del fútbol son así.

 


O mejores incluso. Hazard, que intentó alguna jugada tirado más al centro desde que salió, pero a su ritmo andarín, encontró en una contra un pase de Vinicius. Y echó a correr. Tampoco era un torbellino, pero era correr. Werner, portero cedido por el Atlético, salió mal. El belga le dribló y marcó a puerta vacía. El Madrid remontaba con diez, con goles de Isco y de Hazard, en una competición a la que tampoco le da demasiada importancia. Al Elche le anularon un gol en el último minuto por un fuera de juego de Verdú, tirado delante de Lunin, el VAR revisó y ratificó el órsay. Tratamiento blanqueador y a cuartos. Qué sufrimiento.