| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez antes de comenzar la sesión de control al Gobierno de este martes en el Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez antes de comenzar la sesión de control al Gobierno de este martes en el Congreso de los Diputados.

La mirada helada de Sánchez

Pedro Sánchez ha dejado muchas víctimas por su camino. Ha utilizado a los colaboradores como si de kleenex se trataran: para usar y tirar. Mientras le sirvieron todo fueron buenas palabras y palmadas en la espalda. Luego, el desprecio absoluto cuando no convertirlos en “apestados”. Una vez, uno de sus próximos, un periodista de tronío, que estuvo un tiempo a su lado en La Moncloa, lo definió como “El hombre de hielo”. Me parece un retrato valioso del presidente.

Algún detalle más me dio de su relación con el “jefe”: “El primer día que llegué vino a darme la bienvenida muy amable. Me dijo que allí eran todos como una familia. Después no volvió a hablarme hasta el día que me marché”. Así es Sánchez.

No siempre ha sido así, al menos cuando teníamos una relación cercana. Entonces, era un diputado sensato que deseaba dirigir su partido. El poder le ha cambiado. El presidente vive endiosado en una burbuja donde sus deseos son órdenes. Los ministros, en realidad, son actores secundarios cuyo papel sirve para encumbrar más la figura del protagonista de la película. El equipo de comunicación monclovita marca sus pasos a diario. Nadie improvisa, ninguno osa saltarse el guion. En realidad, la mayor parte de las reuniones, sea con miembros del Consejo de Ministros o con mandatarios de su formación, sirven para indicar a los citados lo que deben decir a los medios de comunicación. Lo importante no son los temas, sino cómo “venderse” a la opinión pública.

Es un líder que, pese a ser débil (sólo hace falta echar un vistazo a su precariedad parlamentaria), va por la vida política como si fuese el nuevo César, aunque ni siquiera haya previsto que alguien le recuerde que es mortal. Pero lo es, vaya si lo es. Ahora empieza a sentirlo.

El problema de este tipo de liderazgo es que siempre, al final, cuando ya no tiene remedio el mandamás, acaba comprendiendo lo crudo que es el adagio: “Quien a hierro mata, a hierro muere”. El Vía Crucis de Sánchez va ya por 100 días. A.M.BEAUMONT