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Era lo que parecía: la farsa de Sánchez culmina en esperpento

Nunca tuvo la más mínima intención de dimitir, sino que buscaba otros objetivos. El tiempo dirá si logra frenar la investigación penal sobre Begoña Gómez y convertirse en un mártir

Pedro Sánchez comparece en Moncloa

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Por mucho que trataron de convencernos de que Pedro Sánchez vivía un infierno interior, que estaba quebrado anímicamente y que su carta era sincera y desgarradora, lo cierto es que todo ha terminado siendo lo que parecía: una farsa, un guion perfectamente establecido para mayor gloria del líder socialista. ¿Cómo es posible que haga dudar a tanta gente el personaje que tantas veces nos ha mentido y engañado a todos?

Él mismo admitió en la entrevista nocturna en la sumisa TVE que todo era un teatrillo. Ahí reconoció que los cinco días de retiro que se dio también eran para que los ciudadanos reflexionaran. Nunca tuvo la más mínima intención de dimitir, sino que buscaba otros objetivos.

El tiempo dirá si ha conseguido lo que pretendía: frenar la investigación penal sobre Begoña Gómez y convertir a Sánchez en un mártir de la izquierda, acosado “por tierra, mar y aire” por “la derecha y la ultraderecha” política, mediática y judicial. Eso justifica una “regeneración democrática” que puede esconder, lo veremos, un asalto a los dos Poderes que no controla: los jueces y la prensa, el ‘cuarto poder’.

Escuchar “regeneración democrática” en boca del personaje es un insulto. No está en condiciones de decir eso el tipo que ha comprado su investidura a unos políticos delincuentes a cambio de una ley de amnistía que borra sus delitos. El pirómano no puede apagar el fuego. El mayor corrupto de la democracia no puede regenerarla.

El juego narcisista, irresponsable y guerracivilista de Sánchez derivó este lunes en esperpento. Sánchez fue a ver a primera hora al Rey para darle un papel en su obra teatral y, de alguna manera, implicarle en su plan y revestirlo de cierta solemnidad. Luego fue a la Moncloa a anunciarnos a todos su decisión, sin preguntas molestas que pudieran estropearle el guion a última hora.

Acabó la jornada en su órgano particular de propaganda, la televisión pública, Televisión Española donde tras un reconfortante baño y masaje se fue a dormir convertido, al menos en su mente y en la de sus acólitos, en el héroe que se sobrepone a una enorme campaña contra él para darlo todo por nosotros. Señor Sánchez, es usted un farsante peligroso.

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