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César Casado

Doctor César Casado

Gordofobia

No infantilicen: la obesidad es un problema muy serio

No infantilicen: la obesidad es un problema muy serioDPA vía Europa Press

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Acude un paciente a consulta para ser valorado por una patología que podría beneficiarse de un tratamiento quirúrgico. No es una patología urgente. No es un cáncer. No es un traumatismo cuya recuperación tardía vaya a suponer un grave perjuicio para el paciente. Ni su salud ni por supuesto ninguno de sus órganos vitales están en riesgo en los próximos meses, ni siquiera en los próximos años siguientes a la consulta. El paciente convive con esa patología desde hace más de veinte o treinta años. Pero ha decidido que ya está bien. Quiere ponerle solución, y ha pensado que el momento ha llegado. Por eso ha pedido cita con el especialista. Hace lo correcto.

El especialista le confirma que le pueden ayudar. Su motivo de consulta puede solucionarse con una intervención quirúrgica. Después de tanto tiempo, el momento de solucionar ese problema finalmente se acerca. Le indican que para hacerlo y considerando todo lo descrito anteriormente, es absolutamente recomendable cumplir una serie de requisitos para someterse a un procedimiento quirúrgico, con las mínimas garantías de no exponerse a riesgos importantes y frecuentes, incluso con compromiso para su vida.

Entre esos requisitos, figura por ejemplo el de no sumar tres o más factores de riesgo que tiene el paciente, como son el tabaquismo, el mal control de la diabetes mellitus y, comienza el problema, la obesidad (que no sobrepeso, no es lo mismo). Son todos factores que debe modificar, pero que, presentándose en conjunto, incrementan enormemente de forma estadísticamente significativa el riesgo de complicaciones en el contexto de muchas intervenciones quirúrgicas.

El paciente afirma que puede intentar dejar de fumar, costaría muchísimo esfuerzo, pero valorará intentarlo. Será más estricto con el cumplimiento de la medicación antidiabética. Sabe que es importante, ya le han insistido varias veces. Pero, "¿me está usted llamando gordo?".

A los ojos del paciente, la consulta se convierte en una situación donde el médico pasa a ser un eslabón más de un sistema prejuicioso que no quiere ayudar al paciente a solucionar un problema con el que lleva cargando media vida. Por prejuicios del sistema. Por prejuicios por su físico. Eso le están insistiendo de forma periódica desde muchos medios. Poco importa lo que le hayan explicado anteriormente de la diabetes o el tabaquismo, de la hipertensión arterial o cualquier otra enfermedad. Afirma que sabe que son los prejuicios por su cuerpo los que impiden ser intervenido. La gordofobia del médico y del "sistema".

La obesidad es una seria enfermedad que además supone un factor de riesgo para sufrir otras muchas patologías. En ella influyen multitud de factores psicosociales, hábitos de vida y variantes genéticas, entre otros muchos condicionantes. En contexto quirúrgico, aumenta exponencialmente el riesgo de sufrir una infección del área anatómica intervenida y el riesgo de sufrir una trombosis venosa profunda, incluso un tromboembolismo pulmonar. Esto puede decir poco al paciente, pero a los cirujanos nos supone un auténtico quebradero de cabeza. Cuando uno de tus pacientes tiene un tromboembolismo pulmonar tras una intervención quirúrgica electiva, aun siendo algo posible y por mucho que el paciente insista en aceptar ese riesgo, la sensación es terrible, aunque quien más esté sufriendo hospitalizado sea el paciente.

Desde hace años, una corriente viene blanqueando un problema de salud pública tan importante como es la obesidad, en supuesta defensa del respeto a todo cuerpo, independientemente de su constitución. Pese a los avisos que nos llegan desde países con una incidencia mayor de obesidad, los mensajes que últimamente se ofrecen en España no son claros respecto la obesidad. Y vamos a peor.

Gordofobia, se insiste, desde incluso los más altos niveles mediáticos y administrativos. Y todo lo que se plantea desde un altavoz tan potente como un organismo político, obviamente tiene repercusión inmediata en la sociedad y en la percepción que tenemos de forma general de algo. Un paciente en consulta no es inmune a ese mensaje que está escuchando repetidamente.

Toda discriminación debe combatirse. Pretender hacer creer que una persona con obesidad es una persona completamente sana sin ningún riesgo para su salud, es infantilizar a la población. Establecer un discurso que pretenda amedrentar a los médicos para no advertir a nuestros pacientes sobre los riesgos de una enfermedad, o que no la tengamos en cuenta cuando aconsejamos a un paciente respecto someterse o no a una intervención quirúrgica, es irresponsable y, afortunadamente en el caso de la obesidad, se me antoja tarea imposible con la mayoría del personal sanitario en nuestro país. Decir que los mensajes en favor de la salud pública son en realidad un camuflaje de una (gordo)fobia, es insultante para quienes sí estamos comprometidos en preservar dicha salud.

Recomendar, incluso legislar, en contra de la ciencia, se ha convertido en un ejercicio muy atractivo para muchos, desde conspiranoicos y negacionistas a ofendiditos y, digamos, pesebreros.

Respeto a la libertad individual, siempre. Hacernos comulgar con ruedas de molino o presionar para negar la evidencia, aquí no, por favor.

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