| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Por la Dordoña francesa: castillos y vinos en la tierra de Cyrano de Bergerac

En toda la Dordoña se multiplican los viñedos y los castillos de propiedad particular, muchos de los cuales organizan degustaciones de sus propios vinos

| Héctor González Viajar

 Sí, esta crónica refleja un recorrido por la Dordoña, en la región francesa de Nueva Aquitania. No obstante, empieza por una etapa previa, fronteriza con España. Una escala en Bayona, la ciudad con su jamón propio, con los minibuses eléctricos gratuitos que recorren su casco antiguo, sus kilómetros de murallas o su imponente catedral, famosa por sus policromáticas vidrieras y sus espigadas agujas de reloj.

Bayona está repleta de terrazas junto a su concurrido mercado, en el que grandes carteles anuncian los próximos espectáculos taurinos. Las gabarras que recorren el Adur, entre las coloridas viviendas colindantes al citado río, o los puestos que se multiplican en su mercado ambulante sabatino, con comida afgana o armenia, suponen un atractivo para turistas y caminantes que afrontan el Camino de Santiago.

Y vamos ya a lo que nos ocupa, a la Dordoña, partiendo de una base en la diminuta localidad de Saint Paul de Serres, en la casa de Joel y Marilyn situada junto al bosque. A unos cien kilómetros al este de Burdeos y a algo más de un centenar al norte de Agen. Esta pareja reside en Toulouse, a 250 kilómetros, y disfruta de sus fines de semana y vacaciones en su bucólica alquería, en la cual han edificado un habitáculo para invitados con sus propias manos e ingenio.

Primera panorámica. Sentados frente a la campiña, brindando con sirope, degustando salchichón y contemplando cómo sus dos caballos pasean ingiriendo toda la hierba fresca que encuentran en su camino. De ahí pasamos a Bergerac, localidad internacionalmente conocida por la figura literaria de Cyranno. Dos grandes estatuas en el centro recuerdan al galán de prominente nariz. Las calles de retazos medievales desembocan en el puerto, donde se encuentran ancladas las gabarras turísticas. El museo del vino ayuda a recopilar las principales características de los afamados caldos de la zona.

Dos grandes estatuas en el centro de Bergerac recuerdan al galán de prominente nariz. Las calles de retazos medievales desembocan en el puerto

Siguiente etapa: el castillo de Bridoire, reconstruido por un trabajo en equipo comunitario de los lugareños en los años noventa del pasado siglo. Se ha convertido en un parque temático de juegos medievales, donde no faltan el lanzamiento de aro a patos de madera, el tiro de arco, las carreras de sacos, el disparo de catapultas y un largo etcétera de curiosas pruebas. Todo ello en el exterior del castillo, como si de asediarlo con juegos se tratara.

El interior no atesora tanta historia, aunque sí una laboriosa reconstrucción y un establo con cuatro caballos de diferentes tamaños y procedencias a los que sacan a las tres de la tarde para lavarlos y explicar a los visitantes sus características. Un pequeño restaurante con una carta básica resuelve la comida, aunque mejor llevar picnic. La entrada a las instalaciones cuesta nueve euros para los adultos y siete para niños.

La excursión la ampliamos con un paseo por Lanquais y un baño en la playa fluvial –con bastante corriente, por cierto- de Limeuil. De allí al mercado de domingo de Montbazillac, con los bancos habilitados ya abarrotados de vecinos comiendo los platos preparados que venden en el citado mercado, como hamburguesas de canard. Cerramos jornada cenando en Manzac, en l´Estaminet, donde eliges los ingredientes para tus pizzas.

Continuamos por la Dordoña. Hoy, hacia el noreste, a Saint Armand de Coly, con su impresionante abadía que evoca la figura de San Armando y su retiro espiritual en una cueva que se supone que se hallaba en el mismo lugar que en la actualidad ocupa el templo. Esta población aparece en el listado de las 153 más bellas de Francia, como nueve más de Dordoña.

A diferencia de otras localidades del entorno, apenas cuenta con visitantes, por lo que el tránsito resulta más tranquilo y silencioso. La casa romana, el antiguo hospital y un curioso recorrido por el bosque para superar las siete pruebas que permitirán romper el hechizo de un hombre lobo aderezan la visita. Para pasar a la siguiente etapa de este recorrido hace falta adivinar un enigma. El único mal recuerdo que me llevo es la picadura de una avispa.

A continuación nos desplazamos a Montignac, municipio más turístico, circundado por un río –como tantos otros en Francia- y con sus correspondientes monumentos, aunque no tan atractivos como los de Saint Armand. Seguimos a Saint Leon de Vèzère, otro de los 153 pueblos más bonitos de Francia, con sus calles estrechas, sus iglesias, su renombrada abadía y una extensa playa fluvial. Tan transitada esta última que incluso un local cede mantas a sus clientes para hacer picnic en la playa. En esta zona abunda el uso de canoas.

En toda la Dordoña se multiplican los cultivos de viñedo (aquí me paro para recomendar el tinto Moulin Pouzy, un descubrimiento) y los castillos de propiedad particular, muchos de los cuales organizan degustaciones de sus propios vinos. Nosotros optamos por la alternativa de supermercado, porque te permite elegir entre una gran variedad de vinos de Bergerac con una gama de precios extensa.

Nos dirigimos a Sarlat, hacia el sur, una localidad repleta de turistas recorriendo su sinuoso casco antiguo medieval (con calles que terminan en restaurantes), con un curioso mercado que destaca por sus enormes puertas metálicas diseñadas con estilo ojival. Mejor aparcar alejado del centro.

Desde allí nos trasladamos a Beynac, a cuyo castillo y viviendas que lo bordean se accede tras una prolongada y empinada ascensión peatonal. Entre los principales atractivos de la fortaleza destaca el nombre de uno de sus conquistadores, Ricardo Corazón de León. Algunos restaurantes en la espigada rampa, colocados en salientes de la montaña, ejercen de respiraderos. De este pueblo resalta, sobre todo, su estampa, compuesta por un río, casas desde la orilla hasta la cima de la montaña y, en la cúspide, el citado castillo.

Entre los principales atractivos de la fortaleza de Beynac destaca el nombre de uno de sus conquistadores, Ricardo Corazón de León

Proseguimos a Domme, con los aparcamientos exteriores llenos. Cogemos un tren turístico que nos traslada desde allí hasta el centro de esta escarpada población con explicación del itinerario, a seis euros la butaca. Destaca, principalmente, los artistas que a lo largo de diferentes siglos decidieron instalarse en esta recogida localidad, una especie de Carcassone en miniatura, con incontables tiendas

Seguimos por esta tierra fortificada, con castillos en cada cima, como el de Castelanaud, uno de los más célebres, casi enfrentado al de Beynac. Siempre por carreteras curvadas.

Y de tanta población masificada a una más tranquila, por lo menos en el día de nuestra visita. En el noroeste. Se trata de Saint-Jean de Cole. Destaca su iglesia románica con forma circular, su puente medieval y su castillo en reconstrucción interna, aunque bien rehabilitado por fuera. Tiene un par de restaurantes con terrazas y agradables sombras bajo sus árboles.

Desde Saint-Jean se accede con facilidad a Brântome, a practicar uno de los deportes estivales más populares: el canoismo, a nueve euros por adulto los cuatro kilómetros, con recorridos por un río tranquilo con alguna sorpresa en el itinerario (cascada, playa fluvial, pequeño remolino…). Una enorme abadía –otra más de las que proliferan en la región- sobresale en la localidad. Luego, a Bourdeilles, con su también imponente castillo –a 8,7 euros la entradas- y con una plaza junto a él rebautizada como “de la cerveza” en su traducción al español.

El epílogo a la jornada lo constituye el mercado estival ´gourmande´ de Perigueux, la población principal de la Dordoñe

El epílogo a la jornada lo constituye el mercado estival ´gourmande´ de Perigueux, la población principal de la Dordoñe. Más de 50 puestos de comida y decenas de tan alargadas como abarrotadas mesas jalonas sus calles, con tres escenarios para actuaciones musicales. Buen ambiente, mucha gente y a hacer disfrutar el paladar mientras paseas por el casco antiguo medieval.

Y para proliferación de puestos, aunque más de venta de productos para ingerir en casa, los del mercado de St-Astier, los jueves por la mañana. Todo tipo de alimentación en calles, cómo no, aledañas a su castillo. Fresas estivales deliciosas, frambuesas, extensa variedad de quesos o salchichón de nueces, higos, pato o queso forman parte de su amplia oferta.

Desde allí a la visita guiada con cata posterior de ocho vinos (dos blancos afrutados, tres tintos, un rosado y dos blancos dulzones) en el castillo de Lasdesvignes, con su apuesta por la producción ecológica y su exaltación de Bergerac y Cote de Bergerac. Luego, otro recorrido con guía, en este caso en Badefols sur Dordogne y en una granja de elaboración de foie, donde el propietario hace continuo hincapié en la excelencia e higiene de su producto y en atenuar el sufrimiento de los animales que crían. Concluye con una cata de tres foies.

El recorrido por la Dordoña resulta agradable aunque lento. Debido a las carreteras sinuosas, hemos de calcular una media de un minuto el kilómetro en coche. Por tanto, para llegar a un municipio situado a 60 kilómetros tardaremos, seguro, una hora. La gasolina supera el 1,50 euros la 95 sin plomo. No existe una empresa que la venda más barato aunque, en general, supone un pequeño ahorro ponerla en gasolineras de supermercados.