| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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¿Subestimamos la distancia física como elemento de seguridad y prevención?

Sigamos manteniendo las “3 reglas de oro” de la prevención del contagio del Coronavirus

| Dr Jesús Sánchez Martos Belleza

¿Siguen realmente en vigor las “3 reglas de oro” de la prevención del contagio del Coronavirus?

Desde la más rigurosa evidencia científica, por supuesto que siguen en rigor y deberíamos mantenerlas todos y en este orden: la higiene escrupulosa de las manos, la distancia física, que no personal ni social, de 1.5 a 2 metros y el uso correcto de la adecuada mascarilla. Pero si analizamos las decisiones políticas de nuestros gobernantes, parece que la distancia física ha perdido la importancia que en rigor se merece.

 

¿Por qué la distancia física es uno de los elementos imprescindibles para poder controlar el aumento de casos en España?

Llevamos meses insistiendo desde todos los ámbitos, que todos debemos respetar la distancia física mínima de 1.5 a 2 metros, pero en realidad, es la medida que menos se cumple en el mundo y especialmente en España. Muchas personas perciben que el hecho de llevar la mascarilla, sea la que sea y que en demasiadas ocasiones no se lleva puesta correctamente, les protege por encima de todo y hacen caso omiso al hecho de mantener esa distancia física con el resto de las personas.

 

¿Por qué no se respeta la distancia de seguridad en el transporte público?

En misa, los asientos que se pueden ocupar deben estar a dos metros de distancia y es un acto que dura unos 45-50 minutos, en un espacio que normalmente tiene una altura considerable, aspecto que también se ha de tener en cuenta a la hora de analizar el riesgo de contagio por Coronavirus, porque a mayor altura, menor condensación y concentración del virus. Igual sucede en los cines y teatros, que además cuentan con sistemas modernos de aire acondicionado.

Sin embargo, nuestras autoridades siguen minimizando la importancia de la distancia física cuando se trata del transporte público, y no solo en el avión, que ya en su momento se defendieron de esta crítica porque cuentan con un sistema sofisticado de aire acondicionado con “filtros HEPA”, que dicen que especialmente seguro.

Observemos lo que sucede en el autobús, el metro o el tren y específicamente en el AVE, lugares en los que la altura es mínima: viajamos “atestados”, incluso de pie en el metro y el autobús, y sin guardar la más mínima distancia de seguridad. Sí, se exige llevar mascarilla y se cumple, pero… ¿es suficiente con esta medida? A tenor de lo que estamos viendo parece que así es para la gran mayoría de los responsables políticos y las autoridades sanitarias, y esto no es defendible desde la más mínima evidencia científica y epidemiológica. El transporte público en España es uno de los focos más importantes, y es posible que sea el que más, de contagio y de transmisión comunitaria de la COVID-19. Y si se demuestra, como parece que es, que el virus también se contagia a través de los aerosoles que se mantienen en suspensión en el aire de los lugares cerrados durante hora, la cosa se complica mucho más.

 

¿Economía o Salud?

Es cierto que la pandemia ha provocado una catástrofe económica a nivel mundial y que el sector de la hostelería y el turismo están siendo los mas afectados, pero también es cierto que, si nos centramos únicamente en la economía y el gasto, sin tener en cuenta el conocido ciclo de “salud-enfermedad”, estas decisiones resultarán mucho más caras y nos empobrecerán más a medio y largo plazo.

Si se venden todos los billetes de un recorrido del AVE o si no se aumenta el número de autobuses o de vagones de metro para garantizar la distancia de seguridad, por un tema esencialmente económico de “ahorro de gasto”, estamos cometiendo un gravísimo error económico, sanitario y social al trasladar, aunque sea sin esa intención, la idea de que la distancia física en un elemento menor en la lucha contra esta pandemia.

Cada nuevo caso clínico, asintomático o con clínica leve o grave, requiere de unos recursos económicos infinitamente mayores que el presupuesto que se debe destinar a mejorar la seguridad del transporte público. Un caso asintomático debe quedarse en casa 15 días y con la baja laboral, y eso se debe cuantificar económicamente y sumar este gasto al que ya conocemos por los diferentes ingresos en los hospitales y las UCI.

 

Todos los días nuevas prohibiciones, pero pocas sanciones

Nuestros gobernantes siguen pensando que prohibir es mejor que educar, y que el miedo es más eficaz que el respeto al Coronavirus. Si hiciéramos una lista con todas y cada una de las prohibiciones o exigencias que hasta ahora se han legislado para prevenir el contagio del virus y la transmisión comunitaria, sería muchísimo más larga que la lista de las cosas que podemos y debemos hacer.

Nos exigen llevar la mascarilla en todos los lugares, incluso en la calle a pesar de que se guarde la distancia de seguridad, pero en ningún caso insisten en la importancia de “prohibir” llevar las mascarillas que incluyen la “falsa válvula de seguridad”, por la que sale el aire expulsado por la boca y la nariz y especialmente concentrado. Además, quienes llevan esta mascarilla, que yo denomino como “egoísta” porque protege a quien la utiliza, pero no al resto de personas con las que convive en sociedad, piensan que están mucho más protegidos frente al virus; y es verdad, ellos sí están protegidos, pero pueden contagiar a los demás si son portadores asintomáticos y convertirse así en los “supercontagiadores”.

Ahora, acabamos de conocer la nueva prohibición del gobierno gallego: prohibido fumar en la calle y en las terrazas si no se guarda la distancia de seguridad de 2 metros. Y no seré yo quien defienda o haga una alegoría del consumo de tabaco, que es el primer factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer de pulmón y otros, pero sinceramente creo que hemos de ser consecuentes. Claro que la persona que fuma, al expulsar con más fuerza el aire exhalado por la boca está contribuyendo a que la distancia de seguridad tenga que ser mayor cuando está cerca de otras personas. Esto ya lo llevamos diciendo desde el principio y sinceramente creo que las personas fumadoras podrían llegar a ser conscientes de ese hecho si se hicieran las campañas necesarias para ello. En definitiva, mejor educar que prohibir, porque es más seguro y eficaz a corto, medio y largo o plazo

 

 

 

¿Por qué creen los gobernantes que es más eficaz prohibir que educar?

La verdad es que no tengo una respuesta clara para ello, a no ser que crean que “prohibir” amedrenta a quien no cumpla con las instrucciones dadas desde un gobierno y que provoca “miedo” a las posibles sanciones. Pero ¿cuántas sanciones se están poniendo a quienes no cumplen las más elementales medidas de seguridad? Y me refiero fundamentalmente a los locales de ocio nocturno y a quienes celebran fiestas clandestinas, que vemos todos los días en los informativos, que no cumplen con la obligatoriedad de llevar bien puesta la mascarilla adecuada, ni la más mínima distancia de seguridad.

Los ciudadanos necesitamos recuperar la credibilidad en los políticos que legislan nuevas prohibiciones, que a buen seguro que lo hacen con la mejor de las intenciones, pero para ello también es imprescindible tener la seguridad de que están apoyadas en el rigor y la evidencia científica, que velan por el cumplimiento de todas las normas, y que cuando no se cumplen se sanciona como está legislado.

En los tiempos que corren, merece la pena recordar más a menudo esta acertada reflexión de Nelson Mandela:

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar

para cambiar el mundo”

 

 

Jesús Sánchez Martos

Catedrático de Educación para la Salud

Universidad Complutense de Madrid

@jsanchezmartos