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Manifestación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA, a 29 de julio de 1999
Manifestación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA, a 29 de julio de 1999

¿Dejamos en paz ya a los etarras?

No tengo ningún síndrome de Estocolmo con el asunto etarra. Me tacharon de tonto útil, torturador y traficante de sufrimiento y me colocaban en las primeras páginas del Egin

| Manuel Avilés Edición Alicante

Voy a respirar hondo antes de escribir cada frase, antes de amontonarme y tirar por el camino de en medio. Me he dedicado unos cuantos años al terror etarra y he sido víctima del mismo. Víctima documentada y en primera línea, no de boquilla, que aquí, para sacar tajada me sé de unos cuantos que van de expertos y sufridos luchadores antiterroristas y no han visto a un etarra nada más que en aquellos carteles que ponían en las estaciones de Renfe. A mí vinieron a matarme –creo que por tercera vez- a mi puerta, con un BMW con matrícula falsa, que no cuadraba con el modelo de coche, robado en Torrevieja. Pregunten a unos cuantos jubilados de la brigadilla de la Guardia Civil que actuaban a finales de los noventa y principios del siglo XX –me acuerdo de todos y les estaré eternamente agradecido, pero no diré sus nombres para no ponerlos en un compromiso-. Paso de demostraciones porque, a estas alturas, no pido medallas con pasta ni pensiones extra, que todos esos honores los cambio –como decía Groucho Marx- por una buena erección a tiempo, porque fuera de esas circunstancias, aparte de una extrañeza, es un desperdicio.

No tengo ningún síndrome de Estocolmo con el asunto etarra. Me tacharon de tonto útil a favor del gobierno, me llamaron torturador y traficante de sufrimientos –se referían a los presos etarras que yo mandaba desde Nanclares o Burgos a Melilla o a Canarias, ejecutando la dispersión y la reinserción que tan magníficos resultados han dado- y me colocaban en las primeras páginas del Egin, como hijo de puta mayor necesaria e imprescindiblemente asesinable, cuando los hijos de puta eran ellos. Una maravilla, una vida funcionarial pacífica y tocándome los cojones, como ahora los que teletrabajan y no atienden a los ciudadanos salvo con cita previa y recomendación. ¡Menuda mierda de atención de un Estado que no escucha rápidamente y en persona las reclamaciones de sus ciudadanos!

Hasta la derecha – haciendo el juego vil a que está tan acostumbrada, por boca de Álvarez Cascos, un modelo de político honesto, preguntaba entonces en el Congreso: ¿qué hace Avilés, a qué se dedica? Contesté yo, y leyó la contestación parlamentaria la Secretaría de Estado a las órdenes del biministro Belloch, una de las personas más cultas, inteligentes y con la cabeza mejor amueblada que he conocido: Avilés recorre cárceles y entrevista etarras, elabora un informe criminológico escrito de cada entrevista y cobra por ello su sueldo de funcionario a la vez que la gasolina y el hotel en que se hospeda, Sr. Cascos, todo en nómina y con el IRPF descontado.

 

El gobierno de entonces –desde el 89 al 96, que es el que conozco de cerca- con Enrique Múgica, Tomás de la Cuadra, Antonio Asunción y Juan Alberto Belloch, hizo el mejor trabajo que pudo hacerse para terminar con el terrorismo etarra. La derecha de Aznar y Rajoy, la derecha que ahora hace oposición ligada con los más ultras, resucita continuamente a la bestia etarra, que está muerta y enterrada.

Ustedes son peores –replican y a mí no me afecta porque no soy militante socialista ni me pienso apuntar. Me encuadro cada día más en el anarquismo anciano y en un partido que defienda a los pensionistas contra cualquier viento y cualquier marea-. Ustedes siguen resucitando a Franco, que está muerto hace casi cincuenta años, como si ayer hubiera sido visto comprando un híbrido en la Mercedes. Igual de mal una cosa y la otra.

No tengo el menor interés en que fusilen a Kubati, a De Juana Chaos, a Pakito o a Antza. Me vale con que sigan defendiendo lo que quieran sin pegar tiros

 

Franco fue un golpista sanguinario. Junto con Mola, Sanjurjo y otros generalotes que eran incapaces de ganar nada fuera y solo servían para someter a sangre y fuego a sus compatriotas. Desató una guerra civil con centenares de miles de muertos. Los etarras, conozco decenas de ejemplos vivos de psicópatas desalmados que servirían como modelos para las tipologías de Mac Cord o Kurt Schneider, han pasado a la historia como Franco, contra quien parecía que luchaban en un principio. Hay que conocer la historia, pero no restregarla continuamente por la cara.

Un panfleto a la derecha. Da continuamente la paliza y seguro que tiene sus seguidores. Informan de contactos entre el gobierno y la banda –una banda que no existe- para dar beneficios a los etarras encarcelados y aseguran que el precio es el apoyo que recibe Sánchez de los diputados conocidos popularmente como proetarras.

Lo he escrito mil veces y no lo voy a repetir para no hacerme pelmazo. Todos los gobiernos que no han tenido mayoría absoluta  vean ahora lo que va a pasar en Castilla-León- se han apoyado en quien han podido, generalmente en partidos bisagra, cuyos escasos diputados siempre han servido para completar aritméticas que no cuadraban. Tengan un poquito de memoria y acuérdense de Arzallus, Pujol o de algunos más recientes en el Parlamento vasco, por ejemplo.

Lo de hablar con los batasunos y los etarras ya lo hizo incluso Aznar en Suiza. Dice - el panfleto- que hay un ex consejero del gobierno vasco que tiene como interlocutor a Kubati, que es el encargado ahora del colectivo de presos. ¡Notición que te cagas!

Joseba Azcárraga, anda el hombre buscándose la vida porque se fue del PNV para integrarse con Garaicoetxea en Eusko Alkartasuna y estos andan ahora más desaparecidos que Rivera y Villegas. En algún sitio tendrán que acomodarse, ¿o van a vivir del aire?

 

A Kubati lo conozco mucho más. He hablado con él horas y horas, sobre todo en la pestilente enfermería de la cárcel de Burgos. Allá por enero del 94 fui a Burgos una noche, con un frío de tres pares de pelotas y, por culpa de la nevada, me tuve que parar en un hostal de carretera. Justo enfrente del Hotel Landa, de mucho postín y donde tenían lugar reuniones habituales entre nacionalista vascos y nacionalistas españoles, como ellos decían. Siempre fui estricto a la hora de ajustar mis dietas al cuerpo funcionarial al que pertenecía y no al cargo. Por ahí andará aún archivada la factura de aquel hotelucho cutre. Jugaba el Coruña la Copa de Europa, fíjense si ha llovido. Me meto en la cama con mi bocata de jamón y queso y mi cerveza San Miguel y siento el frío polar en el último rincón. De nada valía ser “turbo packet special”. Un frío de cojones.

Llamo a la recepción – por darle un nombre rimbombante- y pregunto al fámulo congelado: ¿funciona la calefacción? Porque aquí hay varios pingüinos a punto de morir por congelación. Mire usted –contesta el buen hombre- se ha roto la caldera y bla, bla, bla… una retahíla de excusa, que no me valían ni medio pimiento a punto de entrar en el submundo zombi de los congelados.

¿Tiene usted algo que hacer ahora? – pregunto cabreado-. Pues suba a mi habitación y acuéstese conmigo. ¿Es que es usted maricón? – brama el paisano-. No se trata de mariconear, ni de sexo ni de empotres, no se confunda. Se trata de calentarnos los pies, que estoy viendo el fútbol, aunque conozco la teoría de Luis Ciges y Antonio Resines: un hombre en la cama, es un hombre en la cama.

Llego a la cárcel de Burgos a duras penas con la nevada y la niebla. ¡Lo que hay que hacer por la patria! Kubati trae café, una mezcla de laxante y agua de fregar. Hablamos de los atentados y él afirma claramente: Si, por mí fuera, yo querría que se acabara la lucha armada – o sea, lo que conocemos por terrorismo-. Entro a saco con la vehemencia y la imprudencia propia de los treinta y ocho años: Si usted no está de acuerdo con que siga la lucha armada estaría bien que lo hiciera público para que la gente lo sepa. ¡Noooooo¡ -responde acojonado, porque el control social en el País Vasco y la presión siguen intactos-. Eso sería un suicidio.

Lo de hablar con los batasunos y los etarras ya lo hizo incluso Aznar en Suiza

 

Yo lo entendía como un suicidio político y ahora lo compruebo porque él sigue mangoneando en el mundillo abertzale y con su carguito en el entramado Sortu-Bildu-Presos. Perfecto. Cada uno se busca la vida como puede, que después de veintitantos años de talego es difícil el mundo laboral.

Yo deposité mi entrevista en las altas esferas y alguien –sé quién fue, pero no lo diré- la filtró. Donde Kubati hablaba de que “sería como un suicidio”, manipularon diciendo: Kubati teme que ETA lo asesine. A él, que fue quien asesinó a Yoyes, por ser disidente.

Kubati me retiró el saludo, no me devolvió el libro que le presté  Auto de terminación de Aranzadi, Juaristi y Paxto Unzueta y escribió un artículo en Egin donde expresaba su deseo de “despertarse un día con una buena noticia”. ¡Qué bonito trabajar para el Estado y que las medallas de oro y pensionadas se las lleven quienes no despegan el culo del sillón!

¿Qué hacemos con Kubati? – solo es un ejemplo de los centenares de etarras que ha dejado la violencia y siguen defendiendo sus postulados  conforme a su saber y entender-. ¿De qué beneficios hablan los ultras? El beneficio más importante durante muchos años – de origen franquista- era la redención que acortaba las condenas. Belloch, otra vez el gran ministro, acabó con ella con un par. Los grados, los traslados, las condicionales…no son beneficios por más que algunos se empeñen en confundir y presentarlos como tales.

Por mi parte no tengo el menor interés en que fusilen a Kubati, a De Juana Chaos, a Pakito o a Antza. Me vale con que sigan defendiendo lo que quieran sin pegar tiros.