| 06 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Sergio Ramos, ante el Stade Reims, en uno de los escasos encuentros que ha disputado con el PSG.
Sergio Ramos, ante el Stade Reims, en uno de los escasos encuentros que ha disputado con el PSG.

No habrá juicio popular a Sergio Ramos ni un ajuste de cuentas

Nadie duda del compromiso y la brillante y fecunda hoja de servicio del camero en los logros en la última década en el Madrid. Pero a Sergio Ramos le perdió su ego y su desmedida ambición.

| Francisco J. Molina Deportes

El madridismo se debatía en un dilema: ¿Cómo tomarse ver a Sergio Ramos como rival?  Verle con otra camiseta después de tenerle en los altares por su compromiso y sus goles mediáticos. O por el contrario, reprocharle sus lagunas mentales y sus cantos al sol. 

Por su declaración de intenciones por partida doble y ambas de manera pública. Con luces y taquígrafos. La primera, la de jugar gratis cuando se le preguntó en un momento acerca de su futura renovación. La segunda, por sus planes de futuro en caso de irse del Real Madrid a hacerlo a un club que nunca pudiera enfrentarse a los blancos. Y ahondando más en el pasado sus flirteos con el Manchester United y la Liga china.

Por eso cuando tuvo que repetirse el sorteo de octavos de la Champions League, Sergio Ramos pudo haber jurado en hebreo, o quién sabe, si en su rostro de dibujó una leve sonrisa. El destino le presentaba el plato de la venganza o un ajuste de cuentas. El camero y su entorno culpaban de su marcha del Real Madrid al club por no haber aceptado la oferta de renovación. Una propuesta que el central había rechazado y que luego acabó aceptando el año y no los dos que pretendía. Ramos se bajó  del pedestal demasiado tarde. El club había movido ficha con la contratación de Alaba. De momento, el debate queda zanjado de cara a la ida. Como el ajuste de cuentas. Ramos sigue con su calvario de lesiones (284 minutos repartidos en seis meses). Y todo hace indicar que tampoco lo habrá en la vuelta.  

Sergio Ramos es como es. Un tipo inconformista, ambicioso. Su gen ganador no tiene límites. Egocéntrico a la enésima potencia, no le gusta pasar desapercibido. Y la eliminatoria contra su antiguo club era una ocasión pintiparada. Nos quedamos sin el morbo. Sin saber el veredicto del juicio popular del madridismo. Una figura la de Sergio Ramos cuya etiqueta es una incógnita y abre un debate en el madridismo. Si catalogarle como icono, leyenda o referente. 

Nadie duda del compromiso y la brillante y fecunda hoja de servicio del camero en los logros en la última década en La Casa Blanca. Pero a Sergio Ramos le perdió su ego y su desmedida ambición. Subido en un pedestal se creyó que estaba por encima del bien. Pensó que por su status debía romper la norma del club de renovar año a año a los futbolistas treintañeros y su nombre entra en el reducido selecto club de jugadores reseña que no se han ido por la puerta grande del club.