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Alerta máxima por la seguridad del Emérito y de Froilán: amenaza real

La preocupación aumenta en Zarzuela y los servicios de seguridad están muy atentos. Especialmente afectada está la Infanta Elena, que tiene en Abu Dabi a padre e hijo.

Don Juan Carlos I y Felipe Juan Froilán, en Atenas en 2023.

Don Juan Carlos I y Felipe Juan Froilán, en Atenas en 2023.GTRES

David Lozano
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La tensión internacional ya no se mide solo en misiles ni en comunicados diplomáticos. Ha cruzado fronteras, ha atravesado muros de palacio, y ha llegado hasta los salones de La Zarzuela, donde el clima, aunque silencioso, es de inquietud. Lo que está ocurriendo en Oriente Medio —con el pulso cada vez más virulento entre Estados Unidos e Irán— ha encendido todas las alarmas, no en términos abstractos, sino con nombres y apellidos: Don Juan Carlos I y Felipe Juan Froilán de Marichalar, ambos residentes en Abu Dabi, un lugar que hasta ahora parecía sinónimo de discreción y seguridad, pero que hoy se tambalea como refugio.

Según ha contado el portal Monarquía Confidencial, en las últimas semanas, los servicios de inteligencia han multiplicado informes, y en los pasillos del palacio real se ha instalado una preocupación apenas disimulada. La Infanta Elena, madre de Froilán, ha intensificado su contacto con los asesores de su padre. Sabe que no es solo su hijo el que está allí, sino también el Rey Emérito. Dos generaciones unidas por un mismo punto geográfico... y por el riesgo.

Aunque Emiratos Árabes Unidos no esté directamente involucrado en el conflicto, su cercanía con los focos calientes del mapa lo convierte en una zona potencialmente comprometida. En Zarzuela no hablan de "evacuación", pero se evalúan escenarios. Se calcula, se proyecta y se previene.

Froilán, que había encontrado en Abu Dabi un bálsamo tras su controvertida salida de Madrid, vive ahora bajo una nueva atmósfera. Lejos de los titulares sensacionalistas y arropado por su abuelo, Froilán había logrado una cierta estabilidad. Pero esa calma podría ser efímera. ¿Qué ocurriría si se cierran los espacios aéreos? ¿Y si el conflicto se extiende? Su libertad de movimiento, su rutina —por limitada que sea—, podría quebrarse de un momento a otro.

Su última visita a España, en mayo, fue breve, discreta, casi fugaz. Pero ahora, vista con distancia, parece tener un tono premonitorio. Algunos en su entorno reconocen que fue un viaje impulsado más por la intuición que por la agenda. Una forma de reconectar, de asegurar lazos. De prepararse, quizá, para lo que pueda venir.

Mientras tanto, la figura del Emérito emerge como una pieza delicada en este tablero cada vez más inestable. Aunque mantiene una relación activa con su círculo de confianza en Suiza o Galicia, su residencia oficial sigue siendo Abu Dabi por exigencias fiscales. No se trata solo de voluntad: es una cuestión de días, de legalidad, de equilibrios que no puede permitirse romper.

En paralelo, la "Operación Cascais" —un posible traslado a Portugal, muy cerca de la frontera gallega— avanza en silencio. Según ha podido saber ESdiario, Don Juan Carlos quiere acelerar los plazos. La opción lusa le permitiría estar más cerca de su gente sin poner en juego sus compromisos fiscales. La presión geopolítica se suma ahora a otra más sutil pero implacable: la del tiempo y la salud.

El deterioro físico del Emérito ya no se oculta. Revistas como Mujerhoy han documentado los síntomas visibles de una decadencia que sus hijas, las Infantas Elena y Cristina, intentan paliar con presencia constante, con llamadas, con viajes cuando el protocolo lo permite. El cuidado del padre se ha convertido en una prioridad emocional... y logística.

En La Zarzuela, nadie se engaña. La situación es volátil, y Abu Dabi —que durante meses funcionó como un cómodo punto ciego en el radar— empieza a generar más preguntas que respuestas. Si el tablero internacional se complica, la protección del Rey Emérito y de Froilán (que este jueves 17 de julio cumple 27 años) podría depender de decisiones rápidas y no exentas de riesgo.

Porque, al final, no se trata solo de geopolítica. Se trata de familia. De la sangre. De la fragilidad que acompaña incluso a quienes un día llevaron corona.

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